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774 JOSÉ MARÍA DE MIGUEL gen, fuera nuestro Salvador y Redentor» 70. La obediencia del Hijo, su vida entregada hasta la muerte, es la alabanza del Padre, la ver­ dadera eucaristía, el reconocimiento de su amor para con nosotros. Pues Cristo, « h a b ien d o o frecid o en los d ías d e su vida mortal rue­ gos y súplicas con poderoso clam o r y lágrimas a l qu e p o d ía salvar­ le d e la muerte, f u e escu chado p o r su actitud reverente, y aun sien ­ do Hijo, con lo qu e p a d e c ió experimentó la ob ed ien cia; y llegado a la perfección , se convirtió en cau sa d e salvación eterna p a r a todos los qu e le obedecen» (Heb 5, 7ss.), es decir, para todos los que creen en él (cf. Jn 3, 16). La alabanza perfecta del Padre se eleva el Viernes Santo por el Hijo crucificado en silencio y oscuridad, abandono y sufrimien­ to; de la noche nace la luz; de la muerte, la vida; de la humilla­ ción, la gloria. Cristo realizó la perfecta glorificación del Padre cumpliendo su voluntad, y esta voluntad divina se refiere a noso­ tros, a nuestra salvación: «mi a lim en to es h a c e r la v olun tad d e l qu e m e h a env iado y llevar a c a b o su obra» (Jn 4, 34; cf. 6, 38-39; 17, 4; 19, 30). Dando a conocer el misterio del Padre, manifestan­ do su Nombre, es decir, a través de toda su actividad mesiánica, Jesú s glorifica al Padre: su persona, su vida, toda su obra en favor nuestro y en cumplimiento de su misión es la glorificación de Dios. Aquí resuena otra vez una idea principal que guía y dirige la his­ toria de la salvación: que la bendición de Dios, la alabanza divina, la mejor y más preciada gloria de Dios es el hombre redimido y reconciliado. La salvación del hombre es la gloria de Dios: «cuan­ tos m ás r e c ib a n la g r a c ia , m ay o r se rá e l ag r a d e cim ien to , p a r a g loria d e Dios» (2Cor 4, 15). Para lograrla, el Padre nos entregó al Hijo: pues «Cristo el Señor realizó esta obra de la redención huma­ na y de la perfecta glorificación de Dios..., principalmente por el misterio pascual de su bienaventurada pasión, de su resurrección de entre los muertos y de su gloriosa ascensión» (SC 5). 70 Cf. Th. S chnitzlf . r , Los cánones y los nuevos prefacios de la Misa, Herder, Barcelona 1970, especialmente el comentario a esta II Plegaria que se remonta a Hipólito de Roma, pp. 137-179; sobre el sentido del envío del Hijo, p. I48s.; B. B o tte , «La seconda preghiera eucaristica», en AA.W., Le nuove preghiere eucaris­ tiche, Queriniana, Brescia 1969, 27-33; E. M azza , Le odierne preghiere eucaristiche (2 voi.), Dehoniane 1984, 37.

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