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772 JOSÉ MARÍA DE MIGUEL confesión de fe, manifestación de amor, símbolo de lo que somos, de nuestra realidad creatural. Como nos enseña el C atecism o, 4a alabanza es la forma de orar que reconoce de la manera más direc­ ta que Dios es Dios. Le canta por él mismo, le da gloria no por lo que hace, sino por lo que él es» (n. 2639) 66. Así pues, alabar, servir y amar a Dios «es destino del hombre»67. Pero nosotros podemos bendecir a Dios, porque él nos ha bendecido (y amado), ‘p rim ero’ y ‘an tes’} en Cristo (cf. ljn 4, 9-10; Rom 5, 8). El Padre es la fuente de toda bendición creadora de vida. La bendición primordial del Padre es el Hijo, su Palabra, pues -todo se hizo p o r ella y sin ella no se h izo n ad a d e cuan to existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz d e los hom bres- (Jn 1, 3s.). Según la Sagrada Escri­ tura, todo desciende del Padre a nosotros por Cristo en el ámbito divi­ no del Espíritu; todos sus dones se concentran y resumen en Cristo: «Nos h a bendecido con toda clase d e bendiciones espirituales [en p áse eu logía pn eum atiké] en Cristo (Ef 1, 3X Esta centralidad del Hijo en la comunicación de Dios a nosotros la destaca san Juan de la Cruz: «Por­ que en darnos, como nos dio, a su Hijo —que es una P alabra suya, que no tiene otra— , todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola P alabra, y no tiene más que hablar» (Subida II, 22, 3). La bendición de Dios, la prueba de su amor, es su Palabra, fuente de vida y de verdad. Esta Palabra es además la nuestra cuan­ do nos dirigimos al Padre por Cristo, con él y en él, en la unidad del Espíritu Santo 68. Tampoco nosotros tenemos otra Palabra para 66 «La alabanza doxológica es movimiento por el que se ama al Señor por él mismo, ‘a ti, porque eres tú’, de manera desinteresada. Más allá de uno mismo, de la situación, de la necesidad, de la recompensa, de la espera, del prójimo, de toda criatura. Es anhelo por el Señor, ‘por él solo’, hacia la comunión inefable. La alaban­ za expresa de la forma más completa y perfecta dicho amor» (T. F ederici , «Doxolo- gía», en X. P ikaza - N. S ilanes (dirs.), Diccionario Teológico El Dios cristiano, Secre­ tariado Trinitario, Salamanca 1992, 356s.). 67 L. A lonso S chókel , Contempladlo y quedaréis radiantes, Sal Terrae, Santander 1996, 11. Por su parte, T. F ederici afirma que «el destino del pueblo de Dios es ser ‘pueblo de la alabanza’, ser transformado en ‘alabanza del Señor’» (Doxologta, 362). 68 Cf SC 83-84; OGLH 3.6.7. La acción de gracias no será simplemente un movimiento de la naturaleza humana sino que deberá estar inspirada por el Espíritu Santo, que es quien hace partícipes a los creyentes del impulso de gratitud del Hijo, y hace llegar su homenaje al Padre» (C omité para el J ubileo del A ño 2000, Eucaristía, Sacramento de vida nueva, p. 75).

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