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TRINIDAD Y EUCARISTÍA EN EL AÑO JUBILAR 769 del misterio eucarístico, centro de toda la vida de la Iglesia, peregri­ na en el tiempo... [es] una llamada a valorar cada celebración euca- rística, especialmente la de la asamblea dominical, memoria sema­ nal de la Pascua del Señor, para que todos los que participan conformen su vida al gran misterio que se celebra»59. San Pablo resume la experiencia de su conversión y el sentido de su vida apostólica de manera lapidaria: «Para m í la vida es Cristo» (Fil 1, 21), porque «estoy crucificado con Cristo, y y a no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí» (Gál 2, 19s.). Cristo es la vida del cris­ tiano, por eso no hay que anteponer nada al amor de Cristo 6o. Si hablarnos de vida < c r i s t i a n a el adjetivo es aquí lo más importante, porque se refiere a Aquel que llena de sentido, da forma y configura todo lo que somos y hacemos: Jesucristo! Él es la lumbre de nuestros ojos: «Yo soy la luz del mundo» (Jn 8, 12; 9, 5; Le 2, 32); Él es, tiene que ser, el contenido principal de nuestros pensamientos, deseos y trabajos hasta poder decir «nosotros poseemos la mente [noün] d e Cris­ to» (ICor 2, 16) y alcanzar «la sublim idad del conocim iento d e Cristo Jesús» (Fil 3, 8) frente al cual todo lo demás es nada; Él es, debe ser, el centro del alma y del amor: «que Cristo habite p o r la f e en vuestros corazones, p a r a que, arraigados y cim en tados en el amor, podáis... con o cer el am o r d e Cristo, que ex ced e todo conocimiento, p a r a que os vayáis llenando hasta la total Plenitud d e Dios» (Ef 3, 17-19). Esta centralidad de Cristo en la vida cristiana, pues estamos llamados a revestirnos de Cristo (Rom 13, 14; Gál 3, 27; Ef 4, 24; Col 3, 10), se extiende al sacramento de la Eucaristía, que nos lo hace (corporal- m en te’ presente, realmente presente, todo él: cuerpo y alma, humani­ dad y divinidad. Y con su ‘cu erpo’ y \sangre\ es decir, con él, Cristo glorioso, se hace presente su ‘ o b r a la obra de nuestra redención (SC 2 ) 61. Pues «cuantas veces se celebra en el altar el sacrificio de la 59 N. 2.3, en Ecclesia n. 2.994 (22/29-4-2000). 60 S an B enito , en su Regla, exhorta a los monjes: «No antepongan nada abso­ lutamente a Cristo» (cap. 72, 12: LH III, 1372). 61 «La Eucaristía es el presente del Resucitado que sigue dándose en los sig­ nos de la entrega, y es así nuestra vida» 0- R atzinger , Un canto nuevo para el Señor, Sígueme, Salamanca 1999, 79). «El cuerpo de Cristo, ofrecido en sacrificio en la Eucaristía, no es el cuerpo en el estado de vida terrena. Es el cuerpo que ya ha alcanzado el estado definitivo en la

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