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760 JOSÉ MARÍA DE MIGUEL Evidentemente, la Biblia no propone una interpretación cientí­ fica del origen del cosmos; el relato de la creación es un testimonio de fe en la acción creadora de Dios: que Dios está detrás de todo lo que existe. La doctrina cristiana de la creación «es un esclareci­ miento del enigma del ser contingente y una interpretación de su sentido global, que estriba en una relación de dependencia ontolo­ gica respecto al ser necesario»37. Esto es lo que queremos decir cuando confesamos — y así entramos en el ámbito del misterio— que la creación es o b r a d e D ios y que, por tanto, en ella podemos ver reflejado el poder del Creador: -el c ie lo p r o c la m a la g lo r ia d e D ios , e l firm a m e n t o p r e g o n a la o b r a d e sus m a n o s » (Sal 19, 1 ) 33. Según el papa san León Magno, «la misma creación natural es, para cada fiel, verdadero adoctrinamiento que lo lleva a la adoración de Dios, ya que el cielo y la tierra, el mar y cuanto en ellos hay mani­ fiestan la bondad y omnipotencia de su Autor, y la admirable belle­ za de todos los elementos que le sirven está pidiendo a la criatura inteligente una acción de gracias»39. En un precioso y poético texto del libro de los Proverbios apa­ rece la S a b id u r ía acompañando a Dios en la obra de la creación: «Esto d ice la Sabiduría de Dios: el Señor me estableció a l principio de sus tareas, a l com ienzo de sus obras antiquísimas. En un tiempo remotísimo fu i form ada, antes de com enzar la tie­ rra. Antes de los abismos fu i engendrada, antes de los m an an ­ tiales de las aguas. Todavía no estaban aplom ados los montes, antes de las montañas fu i engendrada. No b ab ía hecho aún la tierra y la hierba, ni los primeros terrones del orbe. Cuando colo­ ca b a los cielos, allí estaba yo; cuando trazaba la bóveda sobre la f a z del abismo, cuando sujetaba el cielo en la altura y fija b a las fu en tes abism ales. Cuando p on ía un límite a l mar ; y las aguas no traspasaban sus mandatos, cu an do asen taba los cimientos d e la tierra, yo estaba jun to a él, como aprendiz; yo era su encan to cotidiano, todo el tiempo ju g a b a en su presen- 37 J. L. Ruiz de la Peña, o . c ., 149. 38 Cf G. L. M üller , Dogmática. Teoría y práctica de la teología, Herder, Barce­ lona 1998; la sección «Temas y perspectivas de una teología de la creación». 1. «La ‘creación’, como concepto teológico», pp. 157ss. 39 Liturgia de las Horas, vol. II, p. 51.

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