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758 JOSÉ MARÍA DE MIGUEL La admiración ante las obras grandes de Dios, suscitada por la gracia, es el principio de la fe. «¡Señor ; dueño nuestro, qué adm irable es tu nombre en toda la tierra!» (Sal 8, 2) 33. El ‘ nom ­ b re ’ de Dios es su gloria, el resp lando r que irradia su misterio divino, absolutamente inescrutable, y que nosotros podemos ras­ trear en sus obras admirables, y, en primer lugar, en la obra de la creación. El cielo, la luna y las estrellas, todo lo que existe es obra suya, y de tal manera suya que el Salmista dice -hechura de tus dedos», para indicar la íntima y personal implicación de Dios en la creación. Hoy es importante recuperar esta confesión de fe, el primer artículo del Credo 34: -Creo en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra». ¡Dios Padre creador! De una forma o de otra, por distintos medios y caminos, se nos está ino­ cu lando la idea de que el mundo, el cosmos, las estrellas más remotas, el universo entero está ahí por una pura casualidad, por una explosión original de no sé qué gases hace miles de millones de años. En esta explicación que goza de aureola científica, Dios ser y toda su acción, como su autor absoluto, a través del ser del mundo, de su dirección y consumación... Y dado que en la experiencia que el hombre tiene de sí y del mundo se anuncia Dios, en cuanto origen libre del mundo y del hombre, del ser y del conocimiento finitos, como el misterio sacro, debe hablarse aquí, en un sentido explícito, de autorrevelación de Dios- (p. 158). Cf. L. F. L a d a r ia , El Dios vivo y verdadero. El misterio de la Trinidad, Secretaria­ do Trinitario, Salamanca 1998: el apartado -El conocimiento de Dios a partir de la creación en la Escritura y el Magisterio» (pp. 400-407). 33 Cf. P. G r e l o t , El misterio de Cristo en los Salmos, Secretariado Trinitario, Salamanca 2000, especialmente el comentario al Salmo 8. Himno al Dios Creador (pp. 51-66). 34 Según el Catecismo, «la catequesis sobre la Creación reviste una importan­ cia capital. Se refiere a los fundamentos mismos de la vida humana y cristiana: explí­ cita la respuesta de la fe cristiana a la pregunta básica que los hombres de todos los tiempos se han formulado. ‘¿De dónde venimos?’, ‘¿A dónde vamos?’, ‘¿Cuál es nues­ tro origen?’, ‘¿Cuál es nuestro fin?’, ‘¿De dónde viene y a dónde va todo lo que exis­ te?’. Las dos cuestiones, la del origen y la del fin, son inseparables. Son decisivas para el sentido y la orientación de nuestra vida y nuestro obrar» (CCE 282). Por eso se ha podido decir que «quien niega la metafísica, niega la creación y con ella el propio concepto del Dios cristiano. Y a la inversa, la fe en la creación sigue siendo el fundamento racional más fuerte del concepto cristiano de Dios y de sus implicaciones metafísicas» (J- R a t z in g e r , La fiesta de la fe. Ensayo de Teología Litúrgica, Desclée, Bilbao 1999, 24). Sobre esto, la encíclica Fides et ratio (14-9- 1988), nn. 83-85.

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