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754 JOSÉ MARÍA DE MIGUEL en esta dirección: «Muchas naciones, especialmente las más pobres, se encuentran oprimidas por una deuda que ha adquirido tales pro­ porciones que hace prácticamente imposible su pago» (IM 12). Pero no basta con perdonar la deuda, es necesario «crear una nueva cul­ tura de solidaridad y cooperación internacionales... un modelo de economía al servicio de cada persona». Y esto hay que hacerlo cuan­ to antes porque «la extrema pobreza es fuente de violencias, renco­ res y escándalos. Poner remedio a la misma es una obra de justicia y, por tanto, de paz» (ib.). La celebración del Año Jubilar está llama­ da a tener hondas repercusiones en la vida de la Iglesia, de las dis­ tintas comunidades eclesiales y de los individuos: es la práctica de la caridad como justicia social, como compromiso por la justicia, la libertad y la paz, como promoción de los últimos, como defensa de los más débiles. En el anuncio y práctica del evangelio de la justicia social se revela el rostro misericordioso del Padre, que nos lo dio todo al darnos a su Hijo. 2.6. L a m em o r ia d e lo s m á r tir es Los mártires cristianos son los testigos de Jesucristo, y de su Evangelio, hasta el final y con todas las consecuencias, hasta dar la vida. Etimológicamente, la palabra ‘mártir’ significa testigo; el mártir es aquel que da testimonio y así, en cierto modo, hace presente con su palabra y su conducta a Jesucristo, su mensaje del reino de Dios, los valores morales que él enseñó y por los que murió. El mártir es el discípulo plenamente identificado y configurado en todo con su Maestro hasta en la muerte. Por eso el martirio es la realización suprema de la existencia cristiana en cuanto que asemeja al que lo padece con el Rey de los Mártires, con Jesucristo crucificado. El Señor advirtió a sus discípulos del destino que les aguardaba: si a él le han perseguido, si él cargó con la cruz, si él fue ajusticiado como un malhechor, los que quieran seguirle habrán de tomar la cruz detrás de él, y han de contar con persecuciones y aun con la muer­ te. Jesucristo es el testigo fiel del Padre, el que dio testimonio y nos anunció de palabra y obra su voluntad salvífica universal, su amor preferencial por los pobres, por los marginados, por los pequeños y desvalidos; por este testimonio de la verdad de Dios y de su amor universal fue crucificado, porque los que le condenaron no pudie-

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