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TRINIDAD Y EUCARISTÍA EN EL AÑO JUBILAR 751 se puede sacar la conclusión, como algunos han intentado, de que todo en la Iglesia ha sido negativo y pecaminoso. Por de pronto, es un gesto de dignidad y de valor sin par el que la Iglesia santa, porque es la Esposa inmaculada de Jesucristo, porque está inha bitada por el Espíritu Santo que es su alma y corazón, reconozca y confiese públicamente que también en ella, en todos sus hijos, el pecado se infiltra y desfigura su rostro, que debe reflejar siem pre el de Cristo. Una confesión pública de los propios fallos y deficiencias como expresión de sincero arrepentimiento y con firme voluntad de enderezar la conducta honra a quien la hace y, sin embargo, no son muchos los que se atreven a revisar crítica mente su propia historia pasada y su actuación presente. En todo caso, los pecados de la Iglesia no pueden oscurecer la santidad de tantos hijos e hijas que a lo largo de la historia se han esforza do en seguir fielmente a Jesucristo hasta el martirio. Es lo que recordaba el Papa en el D ía d el P erdón : «Al mismo tiempo, mien tras confesamos nuestras culpas, perdonamos las culpas que otros cometieron con nosotros. En el curso de la historia, en innumera bles ocasiones los cristianos han sufrido vejaciones, prepotencia, persecuciones a causa de su fe. Como perdonaron las víctimas de aquellos abusos, así también perdonamos nosotros». Pero esta denuncia de la persecución de los cristianos en el pasado no debe hacernos olvidar la realidad presente: también hoy son innumera bles los cristianos que, en distintos lugares del mundo, sufren per secución y muerte, o son marginados o se les considera extraños en su propia patria. La grandeza de la Iglesia son sus santos, que no podrá ser anulada por todos nuestros pecados. 2.5. L a ju s t i c i a s o c i a l El Año Jubilar se remonta a la historia más antigua de Israel: cada siete años se celebraba un ‘añ o s a b á tic o ' en el que se dejaba reposar la tierra: «Durante seis años sembrarás tu tierra y recogerás la cosecha; pero el séptimo la dejarás descansar, en barbecho, para que coman los pobres de tu pueblo, y lo que sobre lo comerán los animales del campo» (Éx 23, 10s.). Cada cincuenta se celebraba el ‘añ o ju b ila r ’, que revestía gran solemnidad y exigía mayor compro miso en el cumplimiento de las prescripciones que trataban de res-
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