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TRINIDAD Y EUCARISTÍA EN EL AÑO JUBILAR 749 recordando todas las circunstancias en las que, a lo largo de la his­ toria, se han alejado del espíritu de Cristo y de su Evangelio, ofre­ ciendo al mundo, en vez del testimonio de una vida inspirada en los valores de la fe, el espectáculo de modos de pensar y actuar que eran verdaderas fo rm a s de an titestim on io y de escándalo» (TMA 33). Ciertamente, «la historia de la Iglesia es una historia de santidad... Sin embargo, se ha de reconocer que en la historia hay también no pocos acontecimientos que son un antitestimonio en relación con el cristianismo» (IM 11). Y el Papa, en sucesivas inter­ venciones, ha ido recordando algunas infidelidades mayores come­ tidas por los hijos de la Iglesia (que no son los simples cristianos de a pie, sino todos los que la componemos, de arriba a abajo) a lo largo de estos dos milenios 23. Y lo hace porque «por el vínculo que une a unos y otros en el Cuerpo místico, y aun sin tener res­ ponsab ilidad personal ni eludir el juicio de Dios, el único que conoce los corazones, somos portadores del peso de los errores y de las culpas de qu ienes nos han precedido» (IM 11). Por eso, «como sucesor de Pedro, pido que en este año de misericordia la Iglesia, persuadida de la santidad que recibe de su Señor, se pos­ tre ante Dios e implore perdón por los pecados pasados y presen­ tes de sus hijos» (ib.). Muchos de dentro y de fuera de la Iglesia se complacen en aire­ ar los pecados pasados, pero apenas posan la mirada en las culpas actuales. Sin embargo, también el Papa aludió a ellas en la Misa del Día del Perdón celebrada el primer domingo de cuaresma del Año Santo (12-3-2000). No sólo los cristianos de ayer (no todos, eviden­ temente) fueron infieles en algunos de sus comportamientos al espí­ ritu del Evangelio; probablemente los cristianos de hoy no somos mejores ni más coherentes con las exigencias de la fe que nuestros antepasados. Por eso el Papa recordó en esa memorable celebra­ ción del Perdón nuestras responsabilidades actuales en relación al testimonio evangélico. Y nos invitaba a preguntarnos hasta qué punto los cristianos de hoy no tenemos alguna responsabilidad en el auge y difusión del ateísmo, de la indiferencia religiosa, del secu- 23 Cf. TMA 34-35. En el mismo sentido el documento de la C o m isió n T eo ló g ica I n t e r n a c io n a l , Memoria y reconciliación. La Iglesia y las culpas del pasado, BAC, Madrid 2000.

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