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744 JOSÉ MARÍA DE MIGUEL El símbolo de la pu erta santa, al final de la peregrinación, es un símbolo eminentemente cristológico. «Pasar por aquella puerta —escribe el Papa en la bula citada— significa confesar que Cristo Jesús es el Señor, fortaleciendo la fe en Él para vivir la vida nueva que nos ha dado» (n. 8). Una confesión semejante a la que un día pidió a sus discípulos: «Y vosotros, ¿qu ién d e cís qu e soy yo?». Pedro le contestó: «Tú ere s el Mesías» (Me 8, 29). La verdadera identidad de Jesús la confiesa Pedro en nombre de todos los dis­ cípulos. Jesús no es ninguno de los antiguos profetas, ni Elias, ni Jeremías, ni Juan Bautista resucitado; él es el Cristo, «el H ijo d e Dios vivo» (Mt 16, 16), «el Cristo d e Dios» (Le 9, 20), «nosotros cr e ­ em o s y s a b em o s q u e tú eres e l San to d e Dios» (Jn 6, 69). Pero Pedro no hace esta confesión de fe por su cuenta y riesgo; ha sido impulsado y sostenido por la gracia para dar el salto de lo que ven los ojos a lo que se oculta bajo el velo del misterio: «Biena­ ven tu rad o eres, Simón, h ijo d e Jo n á s , p o r q u e no te h a rev elad o esto la c a rn e ni la sangre, sino mi P a d r e qu e está en los cielos» (Mt 16, 17). Pues «nadie p u e d e ven ir a mí, si el P ad re qu e me h a en v ia d o no le atrae» (Jn 6, 44.65), y « n a d ie p u e d e d e c ir Jesú s es S eñ o r ' sino p o r in jlu jo d el Espíritu San to » (ICor 12, 3). La confe­ sión de fe cristológica no es una conquista lograda con las pro­ pias fuerzas, es un don de Dios, sin cuya asistencia sólo veríamos en Jesús a un gran hombre, un benefactor de la humanidad, un cualificado moralista, un defensor de los oprimidos. Pero con esto sólo, no habría lugar para la celebración del Gran Jubileo. ¿Quién es Jesús para la gente de nuestro tiempo? ¿Quién es para los cristianos? Las opiniones sobre Jesús son hoy mucho más confusas que en su tiempo, incluso entre sus seguidores más cer­ canos. De entrada, tenemos que constatar una crecida pavorosa de la ignorancia, sobre todo en las generaciones más jóvenes: cada vez hay más gente que no sabe quién es Jesús, o tienen sólo una vaga noticia que se activa con ocasión de las fiestas de Navidad o de Semana Santa. Todavía son más los que no tienen ni idea del mensaje de Jesús, ni conocen el Evangelio, que guarda su memo­ ria y nos introduce en su misterio. No digamos nada de la igno­ rancia acerca de los puntos esenciales de la fe, de los sacramen­ tos, de la Iglesia, de la moral cristiana, ridiculizada y degradada a cuatro tópicos por los medios de comunicación social. En este con­ texto, la opinión de mucha gente sobre Jesús no pasa de la anéc-

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