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742 JOSÉ MARÍA DE MIGUEL la peregrinación nos confronta con nosotros mismos, ayudándonos a conocernos mejor y a relativizar lo que no es verdaderamente importante, mientras la excursión nos distrae, nos saca fuera de nosotros, nos hace olvidar las preguntas fundamentales. En el mismo documento que comentamos escribe el Papa: «La peregrinación ha sido siempre un momento significativo en la vida de los creyentes. Evoca el camino personal del creyente siguiendo las huellas del Redentor: es ejercicio de ascesis laboriosa, de arre­ pentimiento por las debilidades humanas, de constante vigilancia de la propia fragilidad y de preparación interior a la conversión del corazón» (IM n. 7). Esto es otra cosa. Si no se entiende así la pere­ grinación, el signo se degrada a mero viaje turístico. Entramos así no en la verdadera lógica del Jubileo, sino en la mecánica del mer­ cado; la peregrinación queda domesticada por las agencias de viaje, que hacen de ella una entretenida excursión. Vistas así las cosas, pudiera ser que el primer signo del Jubileo que es la peregrinación fuera su principal negación. Pero nosotros no deberíamos dejarnos arrebatar un signo tan expresivo de la condición humana y de la vida cristiana; quiero decir que por encima y más allá de los intere­ ses de las agencias de viaje, los cristianos tendríamos que esforzar­ nos en emprender este viaje a los ‘lugares santos’ 16 (sean de Tierra Santa, o de Roma, o a la propia catedral o santuario diocesano) con esas disposiciones señaladas por el Papa, que llevan a la renova­ ción de la vida cristiana. La peregrinación conduce a la maduración en la fe 17 y termina en la conversión. Además, una peregrinación así sentida y vivida es también un signo profètico en medio de una sociedad que tiene miedo a cambiar, moverse, afrontar lo descono­ cido, comunicarse con quien es diferente. Una sociedad instalada y complaciente con su propia comodidad difícilmente puede renovar­ se; ponerse en camino es ya un interrogante para los que viven encerrados en su pequeño mundo. 16 Sobre este punto, la «Carta de Juan Pablo II sobre la peregrinación a los lugares vinculados con la historia de la salvación (29-6-1999)», en Ecclesia n. 2953 (10-7-1999). 17 LG 58 se refiere a la Santísima Virgen, que «avanzó también en la peregri­ nación de la fe, y mantuvo fielmente su unión con el Hijo hasta la cruz». Juan Pablo II califica este último momento de su peregrinación como «noche de la fe» (R zdemp- toris Mater [25-3-19871 n. 18).

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