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LA TEOLOGÍA FRANCISCANA DEL SOBRENATURAL 697 El punto de partida para reflexionar sobre el problema lo señala Escoto en una afirmación nuclear de la fe cristiana: en la visión intui tiva y el amor unitivo de la esencia divina encuentra el hombre la felicidad (beatitudo), plena y suma en el sentido boeciano de la pala bra: la posesión perfecta, plena y simultánea de una vida intermina ble (interminabilis vitae tota simul et perfecta possesio). Es obvio que tal afirmación ha de resultar extraña, inadmisible para los «filósofos». Pero está igualmente necesitada de explicación para los «teólogos»: para los creyentes que buscan una aclaración que permita ver la racio nabilidad e inteligibilidad suficiente y posible de lo que por la fe se recibe (credita intelligere). En este contexto es obligado preguntarse por las condiciones de posibilidad existentes tanto en el ser de Dios como en el espíritu humano, para que este contacto personal tan pro fundo entre el ser finito y el ser Infinito se logre con una racionabili dad mínima aceptable. Por lo que se refiere a Dios, las condiciones de posibilidad las encuentra Escoto en el concepto de Dios como «Amor liberal» (amor liberalis), concepto del todo próximo y que se hace eco de la idea neotestamentaria de Dios-Agape 9. Ahora nos interesa fijarnos en las condiciones de posibilidad existentes en el espíritu humano para que su participación en la vida íntima de Dios se nos haga comprensible y deseable. Escoto quiere evitar que esa participación en la vida divina, que llamamos «sobre natural», pueda aparecer como algo forzado, violento, o simplemen te neutro, indiferente para el hombre. En cuyo caso lo Sobrenatural podría ser tachado de extrínseco, superficial, tangencial al ser huma no. O bien que deshumanizase al hombre, con pretexto de subli marlo, divinizarlo. Como si el perfeccionamiento del ser humano no 9 «Dios es formalmente caridad y dilección no sólo por que causa amor (effec tive), sino formalmente, Ord., I, d.17. p. 1, q. 1-2, n. 173- V, 222. «Todo el que obra razonablemente primero quiere el fin y luego lo más próximo al fin». Dios primero se ama ordenadamente y, por consiguiente, no desordenadamente — con celo o envidia— ; en segundo lugar quiere a otros que le amen junto con él (alios condili- gentes). Y esto es querer que otros tengan en sí su amor». Oxon, III, d. 23, q.l, n. 6., ed. Vives 25, 433- El amor liberal (liberalitas) es el motor/principio de toda produc ción divina ad intra y de toda acción ad extra. El que obra por liberalidad obra desde la plenitud de sus perfección y no por adquirir perfección. Ordin., I, d.2, p.2, q.194; ed. Vat. I, 234-236.
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