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696 ALEJANDRO DE VILLALMONTE Para contextualizar un poco la pregunta y la respuesta de Esco­ to recordamos que, para los antiguos filósofos, el quehacer primor­ dial de la filosofía era la búsqueda de la felicidad (eudaimonia, bea- titudo), en cuya consecución se cifra el sentido/fin último de la vida humana. Sólo cuando la filosofía logra este objetivo merece ser lla­ mada saber perfecto, sabiduría. Pues bien, la teología cristiana ha determinado, con la claridad y seguridad deseables, cuál es el fin último de la vida humana y cuáles son los medios para conseguirlo. Únicamente ella merece ser llamada sabiduría: la sabiduría cristia­ na. Cuando Escoto escribía este texto, a finales del siglo xiii , el aris- totelismo averroísta latino (la izquierda aristotélica, según E. Bloch) negaba a la tradicional «sabiduría cristiana» —de raíz agustiniana— el derecho a presentarse como la única verdadera sabiduría. Estos filósofos se consideraban los únicos capaces de ofrecer una respues­ ta aquietante a la pregunta por el fin último de la vida humana, sin la ayuda de los teólogos. Resulta, por tanto, innecesario el recurso de éstos a una ciencia de pretendido origen sobrenatural, inalcan­ zable por las luces de la razón. San Buenaventura, en sus Conferencias sobre el Hexáme- ron (a. 1273) otorgó gran solemnidad y notable énfasis apoca­ líptico a esta lucha entre la «sabiduría cristiana» y la «sabiduría mundana», como él las denomina. El tono apasionado de su dis­ curso se explica por el auditorio al que iban dirigidas las Confe­ rencias: a los Hermanos Menores de París, que habían elegido a Cristo como único maestro y que, sin embargo, según sabía el Ministro general Buenaventura, acudían a leer los libros de los filósofos (aristotélicos y árabes) con mayor asiduidad que el libro de la Cruz, en el cual se encierran todos los tesoros de la sabi­ duría de Dios 8. Duns Escoto, dentro de la alta serenidad de su discurso metafí- sico, mantiene una visible tensión entre los «filósofos» y los «teólo­ gos» en este problema crucial para la teología y para la filosofía: el problema del sentido y fin último de la vida humana. 8 Collationes in Hexaemeron, I, 6. Habla a los hermanos «varones espirituales», «para que de la sabiduría mundana sean atraídos a la sabiduría cristiana»; ed. Qua- racchi V, 321 s. Ver más adelante nota 32.

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