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728 ALEJANDRO DE V1LLALMONTE mo, el claro peligro de hablar del «orden de la naturaleza» y del «orden de la Gracia» como de dos planos superpuestos, que mar­ charían paralelos como los binarios de un tren, separados y que sólo se empalman tangencialmente y desde fuera. La teología franciscana del Sobrenatural ofrece la mejor ayuda para superar estos peligros, dentro de la situación actual de la teología. El peligro de perjudicar la gratuidad/transcendencia es nulo, en una teología que tiene como uno de sus postulados básicos enfatizar al máximo el voluntarismo, la libertad, la liberalidad de Dios en su intervención en la creación del mundo y en la historia de los hombres. La objeción pudo pare­ cer fuerte para los que arguyen desde una perspectiva filosófica y desde un concepto de Dios sombreado por el necesarismo del pen­ samiento aristotélico. 2) Esta filosofía aristotélica era la que se hacía fuerte desde el principio: un deseo natural no puede fa lla r (desiderium naturae nequit esse inane). Pero tal axioma tiene vigor en el terreno de la «naturaleza-física». No tiene valor metafísico. Y, obre todo, está fuera de lugar cuando se habla de las «naturalezas espirituales-personales» de Dios y el hombre. Sus relaciones se rigen, siempre y por princi­ pio, por la ley de la gratuidad/libertad, que es la que rige la amis­ tad y el amor dondequiera que se encuentren. Sobre todo cuando quien quiere establecer esas relaciones es el Dios bíblico de la crea­ ción y de la Alianza; el de la tradición agustiniana-franciscana, sobe­ ranamente libre, gratuito, liberal en sus tratos con las criaturas. 3) La teología del Sobrenatural y dentro del mismo plano de actualidad en que nos movemos, plantea seria una pregunta a los man­ tenedores de la teología del pecado original. La teología del Sobrena­ tural, vista en profundidad y en forma consecuente, declara a la teoría del pecado original innecesaria y superficial para la función que ésta había cumplido durante siglos, salvaguardar la necesidad de la gracia de Cristo y la correlativa impotencia soteriológica del hombre. Un tema que pienso será interés para la teología católica actual. 4) Durante varios siglos y por muchos teólogos la teoría del pecado original se utilizó en función apologética, para quebrantar el «orgullo de las obras» en los hombres «justos y religiosos». O bien el orgullo prometeico de los diversos humanismos seculares. El Mensaje de salvación se le ofrecía al hombre desde la negatividad, desde una visión primordialmente hamartiocéntrica; desde una situación huma-

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