PS_NyG_2000v047n002p0689_0729

726 ALEJANDRO DE VILLALMONTE Este enfoque hamartiocéntrico olvida que lo primordial es hablarle al hombre del proyecto que Dios tiene de hacerle partícipe de su vida eterna (Ef 1, 3-6; Rm 8, 29-30); de la consiguiente noble­ za con que lo crea a su imagen y lo hace partícipe de la obra divi­ na de recrear continuamente el mundo y la historia en vistas la con­ sumación final. Ésta es el Eu-angellion: la buena y alegre noticia que hay que decirle primero. Siempre llegará un momento en que sea indispensable hacerle ver al hombre su condición de pecador profundo. Pero este motivo es adveniente, posterior en calidad y tiempo. La condición pecadora del hombre incrementa la necesidad del Salvador, pero no la crea de raíz. Duns Escoto, en diálogo con los «filósofos» de su tiempo —los metafísicos de mente aristotélico-averroísta—, puede ser presentado como ejemplo de esta forma de responder a la cuestión de «si es necesario revelar al hombre, en este estado, alguna doctrina sobre­ naturalmente». Es obvio que la respuesta implica el sí a toda la eco­ nomía de salvación. Escoto sigue, ‘avant-la-lettre’, el método de hablar de la insuficiencia salvífica del hombre y de la necesidad del Salvador desde la positividad; desde aquello que el hombre tiene de más noble y elevado. Los humanistas de nuestro tiempo, más empíricos y positivistas, la nobleza y superioridad de hombre la cifran en su trabajo, en su ciencia, en su técnica. Los humanistas metafísicos del siglo x ii su nobleza suprema la ven cifrada en el poder de la mente para captar la idea del ser en cuanto ser, que les abría el camino hacia la sabiduría perfecta. En la idea del ser está virtualmente contenido el conocimiento del ser supremo del univer­ so. Por tanto, el hombre no necesita ser ayudado «sobrenaturalmen­ te» por alguien distinto del hombre mismo. Escoto valora positivamente los poderes mentales de estos metafísicos. Pero siendo reales, son insuficientes, o mejor ambiva­ lentes. Porque el hecho de que la mente tenga vigor para captar al ser en cuanto ser, hay que aceptarlo como señal de que el espíritu tiene abertura radical positiva y deseo natural positivo de conocer a Dios. Pero no, al parecer, exclusivamente con un conocimiento abs­ tracto, contemplativo, sino con conocimiento intuitivo. Por otra parte, el hombre no tiene el poder activo de conseguir por sus solas fuerzas, de cumplir el deseo de ver a Dios. Los filósofos pudieran interpretar esta insuficiencia como un agravio comparativo a la natu-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz