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724 ALEJANDRO DE VILLALMONTE do de Adán, sino del hecho de que cada uno ha entregado su cuer po/ser (soma) voluntariamente a la tiranía de El Pecado. Es conocido el hecho de que el obispo de Hipona recurre a su teoría del pecado original para combatir el orgullo moral, la autosufi ciencia espiritual de los pelagianos. En el siglo xvi M. Lutero creyó detectar rasgos de un pelagianismo redivivo en el humanismo rena centista, en el observantismo monástico del ambiente y en el suyo propio. Frente a estos hechos extremó la enseñanza agustiniana de la «naturaleza viciada» hasta presentarla como ‘ naturaleza radical mente corrompida’. La desmesura racionalista de la Ilustración fue combatida por los ortodoxos recurriendo a la teoría del pecado ori ginal. Doctrina que los ilustrados combatían como el enemigo núme ro uno del progreso. La apologética de Pascal se fundamenta sobre la «miseria» humana, la cual tendría su origen en el pecado original. Desde esta «miseria» hay que mensurar la necesidad del Salvador. En el siglo xix surgen el socialismo, liberalismo, el racionalismo extremo como máximas herejías sintéticas de la época. Los apologistas de cristianismo clásico recurren temáticamente a la idea de que el hom bre histórico es un hombre caído, cuyo espíritu está tarado por el vicio original: oscuridad en la mente y torpeza en la voluntad 30. En todas estas reacciones defensivas encontramos un denomina dor común: la insuficiencia del hombre para encontrar la verdad, para desvelar el sentido último de su existencia y la correlativa necesidad del Salvador la muestran y proclaman desde la negatividad, desde aquello de lo que el hombre carece por ser un hombre caído, arrui nado por el pecado original y, bajo su persistencia, pecador profun do. Desde lo que el hombre ha dejado de ser, desde la oquedad y despojo que en cada hombre y en la humanidad entera ha producido el pecado del protoparente. En esta situación existencial de perdición y pecado se proclama la necesidad del Salvador, de su Iglesia. Sin embargo, es posible y deseable otro punto de partida para mostrar la imposibilidad salvífica del hombre y la necesidad del Salva dor: dirigirse al hombre apelando a su dignidad y nobleza, desde la 30 Sobre la influencia negativa que la creencia en el pecado original ha teni do a lo largo de varios siglos y en diversos aspectos de la cultura occidental, puede ver A. de Villalmonte, Cristianismo sin pecado original, 252-347.
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