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700 ALEJANDRO DE VILLALMONTE fección y que no puede conseguirla por el ejercicio de su propio dinamismo interno. La objeción adquirió importancia en siglos pos­ teriores, bajo el prestigio que le concedió el cardenal Cayetano. Se presentaba como argumento irrebatible, letal para la teoría escotista sobre el deseo natural de ver a Dios. Bajo esta formulación: un deseo natural no puede frustrarse (desiderium naturae nequit esse inane). Volveremos sobre esta secular dificultad. El Doctor Sutil parece no reconocerle mayor importancia a esta objeción. Respon­ de que no tiene nada de extraño que existan en los seres tenden­ cias naturales respecto a perfecciones que ellos no pueden conse­ guir por su propio dinamismo 12. Este mismo principio de la filosofía aristotélica, «un deseo natu­ ral no puede frustrase», adquiere nuevo mordiente y urgencia si se aplica más directamente a la más noble de las naturalezas: el hom­ bre. Los seres irracionales, dicen, no fallan en la consecución de los fines que les son naturales. Sólo el hombre estaría absolutamente incapacitado para conseguir el fin al cual, se dice, tiende con ten­ dencia natural, suma e intensa. Afirmación que implicaría un envile­ cimiento manifiesto del ser humano, un agravio comparativo res­ pecto a los seres irracionales. Escoto responde con energía: no envilezco a la naturaleza (humana), sino que la engrandezco. Por­ que la mayor nobleza de un ser no se mide por la grandeza de la perfección que él puede conseguir/conquistar por sus propias ener­ gías, sino por la grandeza de aquello que puede recibir y que le perfecciona al máximo, aunque fuere recibido como donación. El hecho de que el espíritu humano pueda ser perfeccionado por el ser Infinito y los seres irracionales no puedan serlo, es la expresión máxima de la grandeza humana y de su superioridad sobre los otros seres del universo 13. 12 «Nada tiene de extraño que alguna naturaleza respecto a las formas que le perfeccionan tenga mayor capacidad de recibirlas que energía activa para causarlas». Ordinatio, pról., 1. cit., nn. 75, 92. Una objeción y respuesta similar se encuentra en santo T omás , I-II, q.5, art. 6, 3m. 13 -A lo que se objeta que la naturaleza (humana) queda envilecida si se dice que no puede conseguir su perfección por su energía natural, siendo así que la natu­ raleza falla menos en los seres más nobles... Respondo que tiene aplicación respec­ to a una posible felicidad natural naturalmente asequible». Pero que más allá de eso puede recibir naturalmente otra delicidad más eminente. Y en esto la naturaleza

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