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EXPERIENCIA DE LA VIRTUD EN SU LUCHA. 675 expresar lo que pretenden. De ahí que sea el propio «instinto de la razón autoconsciente», por elemental y tosco que sea, el que recha­ ce tal tipo de «ciencia del cráneo» o frenología (v. 249). La contextualización inmediata o concreta del tema de la virtud se cierra con lo que hemos visto acerca de la dimensión teórica. En su actividad cognoscitiva la razón se guía siempre en último término por el interés de conocerse a sí misma. Ahora bien, para lograrlo es importante que la razón se vea reflejada en la naturaleza, y que se pueda observar y analizar a sí misma y su relación con el cuerpo. Pero esto es insuficiente porque en ninguna de sus actividades estric­ tamente teóricas se hace patente el ser-para-sí, la individualidad de la autoconciencia que sólo puede captarse en la objetivación que de sí misma hace la propia autoconciencia (v. 252-3). «Por sus frutos los conoceréis». Por sus frutos, por sus obras se conoce la autoconciencia a sí misma. De ahí el obligado paso a la praxis en un sentido amplio y el título de la segunda sección del capítulo V de la Fenomenología: «Realización de la autoconciencia racional por sí misma» (Verwirkli- chung des vernunftigen Selbstbewufitseins durch sich selbst, 255). Antes de pasar a exponer los tres apartados de que consta esta sec­ ción, hace Hegel una breve introducción en la que contrapone las concepciones del mundo antiguo —el griego— y el moderno bajo el aspecto de la individualidad. El mundo antiguo es caracterizado como «reino de la eticidad», que «en la realidad efectiva (Wirklichkeit) y autónoma de los indivi­ duos» representa «la un idad espiritual absoluta de la esencia de los mismos». Es cierto que la «sustancia ética» o costumbre (Sitte) no tiene realidad fuera de los individuos, pero éstos, en su obrar y en su existencia, se sustentan en aquélla (v. 256). Lo que predomina es la referencia a esa costumbre compartida, a la «vida del pueblo», úni­ camente en el cual «tiene su realidad completa... el concepto de la realización de la razón autoconsciente» (256-7). Esa razón autocons­ ciente es, más concretamente, el ser-para-sí o la individualidad misma. Ahora bien, los individuos son conscientes de que son autó­ nomos sólo «porque sacrifican su singularidad y la sustancia univer­ sal es su alma y su esencia» (257). Cierto es que «este universal es, a su vez, el obrar de ellos (los individuos) como esencias singulares o la obra producida por ellos» (1. c.), pero el individuo sólo puede cobrar y mantener su autonomía en cuanto que disuelve su ser para

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