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EXPERIENCIA DE LA VIRTUD EN SU LUCHA. 671 to, de la certeza de no ser todavía, como certeza , como yo, la reali­ dad en verdad y se ve empujada a elevar su certeza a verdad y a llenar el mío vacío» (das leere Mein, 178). Ésta es la contextualización fundamental del tema de la virtud. Pero hay otra contextualización más inmediata y concreta, que tiene a su vez una dimensión teórica y otra práctica. En todo caso, hay entre ambas dimensiones una conexión de índole prioritariamente práctica, como es el interés que anima la actividad de la razón. Como actividad teórica la razón pretende por supuesto conocer la verdad, pero no gratuitamente y sin más, sino porque en ello le va la afirma­ ción de sí misma, la posibilidad de encontrar en el objeto de conoci­ miento la expresión de sí misma, por de pronto a partir de la reali­ dad inmediata, sensible. A esa realidad se encuentra remitida la razón «para contemplar en ella su expresión sensible» (184). Aun cuando la conciencia encontrara la verdad en la profundidad de sí misma, no tendría otro remedio que salir de sí para verse en lo que es expre­ sión o reflejo sensible de sí misma. En definitiva, Hegel está asumiendo con ello dos conocidas tesis de Aristóteles: la de que el conocimiento se refiere ante todo a lo que es primero para nosotros, es decir, a lo que nos es patente, a la realidad sensible, y a través de ella, en último término, a lo que es primero en sí. La diferencia está en que, si bien la observación de la naturaleza sensible, «la razón observadora» (beobach tende Ver- nunft), nos proporciona el conocimiento de lo que son las cosas y es eso lo que la conciencia tiene ante sí, de hecho para nosotros, que contemplamos esa actividad de la conciencia, lo que se desvela es ante todo la índole de la misma conciencia. Dicho de otro modo, en su búsqueda del ser de las cosas, lo que la razón va indagando institivamente y de hecho encuentra es la razón misma. El conoci­ miento no es sino el despliegue del instinto de la razón por encon­ trarse a sí misma en la realidad, que no es, según convicción de ese mismo instinto, sino presencia de la razón misma. Se impone entonces el paso de lo que es la naturaleza a lo que es la razón en su propio ámbito, y a las leyes que tienen su asiento y raíz en aquélla. Hegel, haciéndose eco de tendencias de su época, aduce y critica «las leyes lógicas» o «leyes del pensar» (Gesetze des Denkens) y las «leyes psicológicas» (psycbologiscbe Gesetze). Las pri­ meras no dan cuenta de lo que en su propio ámbito es la autocon-

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