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684 MARIANO ÁLVAREZ GÓMEZ espalda y lo tiene todo ante sí, en cuanto que todo es «para él». Lo bueno es un «en sí» sólo para su adversario, la virtud. Y en cuanto que no es para él, para el curso del mundo, sino en sí, «es el instru­ mento pasivo de las dotes y capacidades, la materia carente de rea­ lidad». Mientras que «el curso del mundo es la conciencia despierta, cierta de sí misma, que no se deja atacar por la espalda», el «en sí bueno» que procura la virtud «sería, representado como existencia, una conciencia durmiente que permanecería atrás, no se sabe dónde» (279). El resultado de la lucha es claro, por tanto. «La virtud es venci­ da por el curso del mundo», de una parte, porque lo que se propo­ ne como fin es «la esencia abstracta e irreal», y, de otra, porque res­ pecto de la realidad su acción se apoya en supuestos inconsistentes, cuando no contradictorios. En primer lugar, la virtud pretende con­ sistir en la realización del bien mediante el sacrificio de la indivi­ dualidad. Esto es contradictorio, porque «el lado de la realidad no es, él mismo, otra cosa que el lado de la individualidad». En segun­ do lugar, el bien a realizar por la virtud es presuntamente un en sí, contrapuesto a lo que es. Pero esto es inconsistente, porque la rea­ lidad y la verdad del en sí no son sino el ser mismo. Pues el en sí es ciertamente algo abstracto, pero la abstracción se caracteriza como lo que no es verdadero sino que es para la conciencia, y ser para otro es la característica general de lo real, del ser. En conse­ cuencia, la diferencia establecida por la virtud entre el en sí y el ser no tiene consistencia. Bajo este supuesto de que realidad es ser para otro se com­ prende la contradicción a que nos referíamos en primer lugar. Es contradictorio pretender la realidad del bien al margen de la indivi­ dualidad, porque ésta no sólo es real, sino que es el principio de la realidad, pues es «la conciencia por medio de la cual lo que es en sí es también para un otro; el curso del mundo invierte lo inmutable, pero lo invierte, de hecho, desde la nada de la abstracción al ser de la realidad» (280). Expuesto así el resultado de esta lucha peculiar de la virtud, hace Hegel varias matizaciones que tienen su importancia. El con­ cepto de virtud a que él se refiere se presenta, en primer lugar, hablando de grandes ideales, pero su lenguaje «sobre el bien más alto de la humanidad y sobre la represión de la misma» (280) es tan

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