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680 MARIANO ÁLVAREZ GÓMEZ (v. 274-5). De esa forma se deja lugar al «en sí» del curso del mundo, es decir, a lo que es «la esencia interna del mismo» para que pueda entrar en la existencia. Es más o menos lo que se pretende decir cuando se afirma, por ejemplo, que la verdad, la bondad, etc., se tie­ nen que imponer por sí mismas «Die Wahrheit m uß sich durchtzen». La virtud pretende, pues, ser lo mejor en y para el curso del mundo, proporcionarle lo que es verdaderamente esencial. Por el contrario, en opinión de la misma virtud la individualidad se condu­ ce en el curso del mundo de una forma completamente opuesta a como aparece ante la conciencia virtuosa, es decir, pretende consti­ tuirse en la esencia y, en cambio, supeditar a sí misma eso que la virtud hace valer como el bien y lo verdadero en sí (274-5). El fin que la virtud se propone es invertir el curso mismo del mundo. Éste es ya por de pronto resultado de una primera inver­ sión, consistente en que la individualidad, lejos de reconocer la ley vigente, impone la ley desde sí misma. En lugar de someterse a la ley hace que la ley se someta a ella. En esto consiste esa primera inversión. Ahora se trata de poner las cosas en su sitio, de dar la vuelta a la situación creada y llevar a cabo una inversión del curso invertido del mundo, haciendo que brote la esencia verdadera del mismo. Ahora bien, puesto que tal esencia no es real, sólo puede ser objeto de creencia por parte de la virtud, que deberá presentarla de forma que, sin ser real, pueda ser contemplada. Y, por otra parte, en su relación con esa esencia, así expuesta a la contemplación, la virtud no puede disfrutar de los frutos de su trabajo y sacrificio. En efecto, la conciencia virtuosa, en tanto que es individuali­ dad, es la acción por la que entra en lucha con el curso del mundo para que salga a luz la esencia de éste, su verdadero bien. Pero justo porque lo que se propone la virtud es vencer la realidad del curso del mundo, la existencia del bien implica la cesación del obrar y de la conciencia propios de la individualidad. Vemos, por consiguiente, que la situación es muy compleja. ¿Cómo se lleva a cabo la lucha?, ¿cuál es la experiencia de la virtud en la misma?, ¿sucumbe en ella el curso del mundo y triunfa la virtud? La respuesta a esas pregun­ tas dependerá de la naturaleza de las armas utilizadas en la lucha. Para la conciencia virtuosa lo universal es verdadero «en la fe o en sí»; es decir, es una universalidad abstracta, no real; en la concien-

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