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EXPERIENCIA DE LA VIRTUD EN SU LUCHA.. 679 pia seguridad. De la segunda de las contradicciones arriba mencio­ nadas, la que surge del contenido, resulta que el orden universal proveniente de la acción de cada uno de los individuos es en reali­ dad un «hostigamiento universal» (a llg em ein e B efeh dun g ) puesto que cada individuo pretende hacer valer su propia ley. Tal orden, en sí mismo contradictorio, es el curso del mundo (W eltlauf). Y es en este punto donde surge la figura de la virtud que pretende que se cumpla lo universal a lo que todos los corazo­ nes aspiran, pero que ninguno realiza. Dicho de forma más precisa: hay dos lados o aspectos (Seiten ) del universal: aquel que tiene como contenido «la inquieta individualidad» que no reconoce como ley sino lo que dicta en cada caso la singularidad, pero que en defi­ nitiva es «el la d o d e la r e a lid a d del orden, pues es el lado al que pertenece el ser p a r a sí de la individualidad». Y por otra parte tene­ mos el lado de «lo universal como esencia quieta» (ruhiges Wesen) que como tal es alg o in terior (Inn eres) y, por tanto, sin que sea simplemente nada, tampoco tiene realidad efectiva, que sólo podría adquirir mediante la superación de la individualidad» (Au fhebung d er Individualität). Es aquí donde entra de lleno la virtud, que para hacer real esa esencia universal, lo que es verdadero y bueno en sí tiene que «sacrificar la singularidad de la conciencia», esa individua­ lidad que hemos visto actuar y que es «lo invertido y lo que invier­ te» (273-4, v. 272). El apartado «La virtud y el curso del mundo» (Die Tugend und d er Weltlauf) aparece especialmente elaborado. Hegel era sin duda consciente tanto de que se enfrentaba a una tradición muy consis­ tente como de que su crítica radical de la virtud tenía que resultar muy sorprendente. Por de pronto hay un enfrentamiento de la virtud y del curso del mundo. «Para la conciencia de la virtud la ley es lo esencial», en cambio la individualidad es lo que hay que superar, en el sentido radical de eliminar, pues no se trata sólo de disciplinar la individuali­ dad sometiéndola a lo universal: es preciso borrar también «la con­ ciencia personal» y llegar al «sacrificio de la personalidad entera» (Aufopferung d e r g an z en P ersön lichkeitt). Hasta tal punto es esto así que el orden absoluto, que implica el bien en sí, no puede ser producido por la virtud, pues tal producción es, en cuanto acción, conciencia de la individualidad y ésta es preciso más bien superarla

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