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678 MARIANO ÁLVAREZ GÓMEZ vidual respecto de la anterior es clara, pues el individuo ha abando­ nado su actitud narcisista para defender un ideal, es decir, para defen­ der objetivos de alcance universal. Pero se trata de un ideal nacido de lo más íntimo del individuo con la pretensión de que tenga vigen­ cia para todos, por tanto, de una ley del corazón que está en abierta oposición a las leyes vigentes, impuestas al individuo. Contra la necesidad propia de tales leyes, opuestas a la ley del corazón, y contra el sufrimiento provocado por ellas se dirige esta individualidad, caracterizada por la seriedad, que apetece ciertamen­ te el placer pero sólo aquel que proporcionan la representación de lo más noble y el logro del bien de la humanidad (v. 263). En todo caso, no se busca simplemente lo que se ajusta a la ley (das Gesetzmäßige), sino «el hecho de que el corazón encuentre en ello la conciencia de sí mismo, de que se satisfaga con ello» (268). Hay, por consiguiente, o se busca que haya una unidad de lo necesario de la ley y de la individualidad misma Se trata de una especie de concepción estética de la ley en el sentido de que se pretende hacer para todos como ley lo que nace de las aspiraciones más idealistas del individuo, en las que éste encuentra su satisfacción. Sin embargo, esta ley del corazón se enfrenta con una contra­ dicción doble. De una parte, por el hecho de realizarse deja de ser ley del corazón para ser simplemente ley, un «poder universal para el que este corazón es indiferente» (268). El orden que surge de la acción es por su propia índole un orden universal ajeno a las aspi­ raciones del individuo. Éste se encuentra con la contradicción de que aquello que ha surgido de su acción se le vuelve en contra o le resulta extraño (v. 268-9). Aún es mayor, si cabe, la contradicción que proviene del contenido. Éste, que es particular como surgido del corazón del individuo, tiene la pretensión de ser universal. Pero justo por eso «los demás no encuentran realizada en este contenido la ley de su corazón sino más bien la de otro» (269). De la primera de esas contradicciones resulta una sensación de estremecimiento interno, que provoca una especie de locura y que se traduce en una actitud furiosa de protesta contra lo establecido, como si esto no tuviera nada que ver con la acción del individuo, cuando es en realidad fruto de la misma A la vez, sin embargo, se vive en medio de la contradicción de tener que defender las leyes mismas contra las que se protesta porque de ellas depende la pro-

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