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EL FRANCISCANISIMO EN LA TRAYECTORIA.. 619 por efecto de una peculiar concepción errónea, bien puede apartar al ser humano de Dios, de modo que la búsqueda de su felicidad se manifieste como una tendencia a conseguir su objetivo por medios exentos de legitimidad, en función de los cuales puede lle­ gar a vulnerar su propia dignidad, sea o no de manera inconsciente. Diríase, entonces, que Dios y lo que significa la donación a él se opone a una concepción de felicidad obviamente subjetiva que es, por otra parte, bastante común. Ese ir en pos de nuestra propia feli­ cidad que Rivera ha concebido discurre paralelamente a la concien­ cia de que con nuestra trascendencia nos acercamos a la meta en la que Dios nos espera con los brazos abiertos. Ahí radica la felicidad del ser humano. Por eso dice en otro lugar que «el amor-agápe es la raíz del mejor de los humanismos»l6, en cuyo centro se encuentra la persona. Destierra la imagen quimérica y utópica de un mundo feliz con el realismo de quien conoce bien cuánto existe de drama en él. Lo que verdaderamente importa al anhelo del corazón huma­ no es ese abrazo que suspira establecer con su Dios, pero también con sus hermanos, los hombres 17. Evidentemente, surge aquí ese franciscanismo que se revela en un hondo sentimiento cual es la fraternidad, rasgo característico del santo de Asís. 4. LA CATEGORÍA DEL «ENCUENTRO» En realidad esta categoría 18, que encontramos en diferentes tra­ bajos del profesor Rivera, apunta a un aspecto ligado estrechamente 16 E. R iv e r a , «El amor, raíz del mejor de los humanismos», en Anthropos, Suplemento, o. c., p. 111. Cf. también su «Autobiografía intelectual», en Anthro­ pos, o. c., p. 29. 17 E. R iv era , «El amor, raíz del mejor de los humanismos», en Anthropos, Suple­ mento, o. c., p. 111. 18 Se debe hacer notar en este punto que, al referirse a esa categoría, Rivera alude a la teoría de la urdimbre afectiva de Rof Carballo («amor enraizado», según la denominación suya) de especial interés para él, así como al pensamiento de Laín Entralgo que ilumina igualmente este tema en su Teoría y realidad del otro. Cf. E. R iv er a , «Formas fundamentales del amor», en Anthropos, Suplemento, o. c., p. 107. Cf. también en su «Autobiografía intelectual», en Anthropos, o. c., p. 27, y en su «Visión del hombre en san Francisco y la Antropología actual», en Estudios Franciscanos, 78 (1977), p. 99.

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