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628 ISABEL ORELLANA VILCHES con el Padre de los cielos. Aquí enlaza el autor con el tema del espíri­ tu caballeresco de Francisco tratado en otro lugar42 para dejar cons­ tancia de la entrega del santo al Señor en los momentos que siguen a su conversión, y la concepción de ese Padre bueno al que Francisco dirige su mirada y su corazón el resto de su vida tomando como mode­ lo la unión que Cristo mantiene con el Padre eterno. Pero una vez más nos encontramos con una circunstancia que se repite en la trayectoria de otros santos: Cristo ha sido el camino que les ha conducido al Padre. San Francisco no es una excepción. El P. Enrique las resume en tres actitudes concretas: Cristo es para Francisco modelo, es también compañero de viaje en el itinerario ascensional, y trata de identificarse con él para adoptar la forma exacta de su vocación, la que debe seguir su entrega al Padre. Una entrega que queda sellada con la ofrenda inicial de la vida del Pove- rello , quien, desde su conciencia filial, eleva al Padre eterno la ple­ garia del Padrenuestro. En él, el seguimiento de Cristo, «vivencia pri­ maria», según Rivera, hácese verdadero canto, arte y ejemplo de la naturaleza de un verdadero discípulo de Cristo. Así, el Padrenuestro es para Francisco mucho más que un mero rezo litúrgico: «en un crescendo , vendrá a ser vida y canto»43. Y es que, la conciencia filial del santo de Asís se nos va revelando a la luz de su vida como una vectorial que preside todos los instantes de su existencia. El profe­ sor Rivera ha tenido el gran acierto de poner de relieve la trascen­ dencia de este aspecto esencial de vida de Francisco a través de sutiles matices que proporcionan una luz nueva y acentúan su pecu­ liar dimensión mística. En efecto, si en un primer momento se destaca el sentido del Padrenuestro como vivencia primaria, según lo evocado anterior­ mente, un salto cualitativo en la investigación del P. Enrique nos sitúa frente al sentimiento de veneración que Francisco siente por el Padre desde la perspectiva de la ternura dialogal metafísica-teológi­ ca. En este punto enlaza el autor en la línea de algunos de sus tra- 42 E. R iv er a , «Vivencia primaria del alma de San Francisco: caballero-trovador- juglar», en Selecciones de Franciscanismo, 23 (1994), 291-311. Cf. asimismo en Anth- ropos, Suplemento, o. c., pp. 137-150. 43 E. R ivera , «Ascenso vivencial de san Francisco: Desde su respuesta a la llama­ da del crucifico de san Damián hasta su convivencia filial con el Padre-, o. c., p. 266.

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