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626 ISABEL ORELLANA VILCHES En un inciso hay que decir, que en determinados sectores inte­ lectuales no se acepta fácilmente que esta clase de manifestaciones vengan realizadas por quienes ostentan un prestigio intelectual. En ocasiones, ante declaraciones de esta naturaleza el prejuicio de unos pocos les ha conducido a poner en tela de juicio el rigor del trabajo realizado por esas personas. Quizá no haya sido el caso del profe­ sor Rivera, o tal vez sí; no importa. Lo cierto es que su categoría intelectual, de la que nadie duda, no le impidió expresar con clari­ dad su posición ante este y otros temas. Fue un pensador compro­ metido, valiente, con una coherencia proverbial, como es bien cono­ cido. De ahí que no se dudara de la certeza de sus palabras cuando hacía notar su talante abierto a toda clase de filosofías para asumir de ellas lo que de valioso pudieran encerrar. Eso sí, si un sistema cualquiera no se presentaba con la nitidez que requiere, aunque viniera magníficamente avalado, Rivera lo sometía a una crítica sere­ na y decidida 35. Y ya se ha dicho más arriba, cuando de lo que se trata es de lo vivencial, no de lo especulativo, el lector, el buen conocedor del tono que exhibe la verdad, sabe discernir la impor­ tancia que la credibilidad da a todas sus manifestaciones. La posi­ ción que ha mantenido el P. Enrique es también una prueba de su honestidad intelectual. Pues bien, en lo que concierne a la paternidad divina para san Francisco, según Rivera, se trata de «uno de los temas centrales de su vivir»36 de modo que —como advierte en otro lugar— al preguntar­ nos por el sentido y la tónica de su vida, la respuesta surge rotunda: «tiene un sentido de vuelta y retorno a la casa del Padre Celestial... fue un itinerario del alma hasta encontrarse éste con su Dios»37. Pero no puede olvidarse en este ascenso el papel que Cristo ocupa en la vida de Francisco. Así, si el Padre es el que confiere ese sentido últi­ mo y final a todas las etapas que jalonan ese itinerario espiritual, Cris­ to y, junto a él, María, es quien le da la tónica vital38. 35 E. R ive r a , ibid., p. 33. 36 E. R iv e r a , «La secularización actual y la visión franciscana de la presencia de Dios en el mundo», o. c., p. 135. 37 E. R iv e r a , «La devoción a María en la espiritualidad de san Francisco», en Estudios Franciscanos, 62 (1961) 250. 38 E. R ive r a , ibid., p. 252.

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