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EL FRANCISCANISIMO EN LA TRAYECTORIA. 621 Platón o Aristóteles, y más adelante Hegel, sin olvidar aspectos tan importantes y actuales como el tratamiento que el tema de la mujer ha recibido por parte de Ortega 22 con no demasiada fortuna, Rivera situó en su justa medida el valor del amor recibido en el hogar y las implicaciones que tiene en la vertiente social e incluso política, como es el amor a la patria, prolongación del recibido en el seno familiar. Y es que no se puede olvidar que una de las líneas de pre­ ocupación del autor es la pobreza del lenguaje que detectó, espe­ cialmente en los años de su formación intelectual, sobre la vida afec­ tiva 23. Desde luego, no cabe duda de que este amor que Rivera ha destacado es el que nos prepara o nos acerca a ese esencial amor de familia que podemos y debemos mantener con la Santísima Tri­ nidad, como parecen desprenderse de algunos de los textos en los que Rivera examina este tema. Por otra parte, el amor-eros, tal como es clásicamente contem­ plado, tras los análisis de Rivera deja de ser un elemento negativo para la vertiente histórica del cristianismo. En efecto, afirma el autor que en la jaculatoria agustiniana: «Fecisti nos a d Te...», no se halla, como podría haberse pensado, el sentimiento de quien la ha pro­ nunciado desde «un impulso ascensional motivado por el Eros» 24. Por el contrario, si cabe hablar de eros, no será en ningún caso un eros natural, sino un eros que aparece transido por la gracia, tal como se halla expresado de forma «insuperable» en el Cántico Espi­ ritual de san Juan de la Cruz. Como corolario de este punto hay que decir, que situado en su justa medida el matiz que Rivera aporta a esa forma del amor: eros, en lo que concierne al agápe: am or-donación , superior a aquel, que tiene su máxima expresión en el Nuevo Testamento, todavía apare- 22 En relación con este tema el P. Enrique es severo y crítico con la posición de Ortega, como se puede ver en su «Autobiografía intelectual» en la que además deja clara constancia de la incomprensión de Ortega tanto del santo como del místi­ co. Cf. Anthropos, o. c., p. 26. 23 E. R iv er a , «Autobiografía intelectual», en Anthropos, o. c., pp. 24-25 Hasta tal punto ha sido importante este aspecto en su formación que — según afirma— durante largos años persiguió llenar el vacío intelectual que sentía «en el conoci­ miento de la vida afectiva». Ibid., p. 25. 24 E. R iv era , «Formas fundamentales del amor», en Anthropos, Suplemento, o. c., p. 108.

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