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620 ISABEL ORELLANA VILCHES al mostrado anteriormente, del tal modo que podría decirse que se deriva de aquél: el amor como abertura. Este amor, que lleva al autor a situarse desde la perspectiva relacional que se establece entre la madre y el hijo, nos introduce por el sendero de la ternura materno-filial más genuina en el que tienen cabida otras manifesta­ ciones: paternales, filiales, fraternales...; subraya, en definitiva, el amor de familia. Se trata de un cariño pleno, rebosante, donde que­ dan expresadas también la confianza, la amistad, la bondad..., todo lo que hace posible la sana y feliz convivencia. La fuerte convicción de Rivera en este punto descansa en la certeza de que nos hallamos ante la verdadera felicidad, la que rezuma el dicho de san Francis­ co: «Dios mío y todas mis cosas», y en el que resume sus anhelos de santidad 19. Esta íntima persuasión es la que le ha permitido situarse frente a los planteamientos tradicionales que se han establecido en torno al problema del am or puro. No existen tendencias frontal­ mente opuestas entre el amor a Dios y el amor a sí mismo, como se ha venido diciendo. Rivera demuestra que ambos forman «una única tendencia en la misma dirección»: la identificación con É l20. El ser humano que se abre a Dios, que camina hacia el encuen­ tro con él, no sólo va a establecer un vínculo estrechísimo con Dios, sino que se abre a nuevas manifestaciones. Desde esta perspectiva se percibe con claridad el pobre tratamiento que ha recibido este tema en algunas de las páginas de la historia de la filosofía. Con el vigor que caracteriza a su obra, Rivera ha subrayado los errores e incluso desatinos en los que se ha incurrido por ello. Así, pasando por el silencio con el que aparece envuelto este amor que el pue­ blo denomina «la voz de la sangre »21 en pensadores de la talla de 19 E. R iv er a , «Mi método fenomenológico ante las vivencias de san Francisco», Anthropos, Suplemento, o. c., p. 87. Hay que decir que esta perspectiva de la vida de san Francisco le sirve a Rivera para realizar una conexión con la filosofía, ponien­ do de relieve el contraste que ofrece el pensamiento sartriano con el franciscano. Cf. ibid. 20 E. R ivera , «Formas fundamentales del amor», Anthropos, Suplemento, o. c.f p. 106. 21 Cf. E. R ivera , «Formas fundamentales del amor», en Anthropos, Suplemento, o. c., pp. 89ss., para el tema del amor-cariño y de su vinculación en la sangre. Los matices del Amor-storgé, Amor-éros, Amor-filia y Amor-agápe han sido tratados por el autor también en «Instrumento de la bondad de Dios», en Anthropos, Suplemento, o. c., pp. 93-95.

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