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EL FRANCISCANISIMO EN LA TRAYECTORIA VITAL E INTELECTUAL DEL P. ENRIQUE RIVERA Hay temas recurrentes a los que regresa una y otra vez el inves­ tigador, ávido de profundizar en ellos, lo cual sucede con harta fre­ cuencia, y hay cuestiones que sobrepasan el interés de la explora­ ción propia de un estudioso. Si examinamos la vasta producción del eminente profesor Enrique Rivera, hemos de convenir que su fran- ciscanismo exhibe una seña de identidad tan propia, que bien puede decirse que la preocupación por esta cuestión ha perfilado su recia personalidad tanto como se ha hecho notar en sus extraordinarios y eruditos trabajos. Desde luego, la certeza de la existencia del influjo del francis- canismo para este autor desde una perspectiva vital es manifiesta, sobre todo, para quienes tuvimos la fortuna de mantener una rela­ ción entrañable con él. En sus conversaciones y a través de los aná­ lisis que realizaba, al igual que sucede en las numerosas publicacio­ nes que ha dedicado al Poverello de Asís, surgía, de forma natural y de manera persistente, toda una gama de matices de singular hon­ dura y rigor que destierran definitivamente la idea de que el francis- canismo pudiera haber sido «simplemente» el fruto de un interés y admiración puntuales. Una impresión que respaldan, entre otros, estudios como el ofrecido por el P. Armellada, que tendremos oca­ sión de analizar. Pero es justamente esta cualidad vital del francisca- nismo en el profesor Rivera la que introduce en el presente trabajo un elemento de particular responsabilidad y prudencia, que es la que siempre debería presidir las afirmaciones que puedan verterse ante lo que nos sugiere el pensamiento de otras personas. Más aún, si cabe, en este caso, ya que los trabajos del P. Enrique son sobra­ damente conocidos y muchas personas, realmente autorizadas, lo han ponderado y analizado en diversos lugares. De todas formas, la claridad y la cercanía, junto al rigor, con los que este pensador cris­ tiano ha venido exponiendo sus tesis simplifica en cierto modo la tarea que aquí me he propuesto para desentrañar el alcance que el franciscanismo tuvo para él. Quisiera añadir también que, efectivamente, y como ya ha sido advertido por otras personas, el profesor Rivera no tuvo un pensa-

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