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576 CEFERINO MARTÍNEZ SANTAMARTA Veamos cómo nos habla él mismo sobre la fo r ja d e su p en s a ­ m iento cristiano. «Una niebla tenue —escribe— , que no me dejaba ver con claridad, envolvió mis años universitarios en torno al pensa­ miento cristiano. Entiendo por tal un pensamiento que, sin renunciar a ningún logro de la razón, asume igualmente todas las verdades pro­ puestas por la revelación, explícita o implícitamente. Llegué a la Uni­ versidad cuando aún se sentía el rescoldo de la disputa de 1931 sobre la real o supuesta filo so fía cristiana. El encontronazo de E. Gilson con E. Bréhier me dio mucho que pensar. Negaba éste hasta la posi­ bilidad de una filo so fía cristiana. Su existencia la afirmaba rotunda­ mente E. Gilson. La fundamentaba en el influjo profundo que d e hecho ha ejercido la revelación en el desarrollo del pensamiento euro­ peo. Este influjo lo expuso en L'esprit d e la p h ilo soph ie m édiévale (Paris 1932, ed. revisada en 1944). Años después E. Gilson publica L ’étre et l ’ess en c e (Paris 1948). Con rigor histórico hace ver que en la filosofía de Occi­ dente se han dado la mano la metafísica de la essentia y la meta­ física del esse. Son dos metafísicas muy distintas. La de la essen ­ tia, que es la de Aristóteles, pone en relieve la necesidad absoluta, ínsita en los diversos órdenes de la realidad. Da la clave a esa categoría histórica que ha sido llamada necesitarism o griego. Pues si por la esencia el ser es lo que es, el que de hecho venga a ser real, y no persista eternamente en ser meramente posible, se lo debe al esse. Con razón, Tomás de Aquino repite que el esse es p e r fe c tio p e r fec tion um . Acaece, con todo, que este esse es pura donación de Dios. De lo que justamente deducimos que la meta­ física del esse es una metafísica de la contingencia. Como esta donación de Dios la pone muy en relieve la revelación con la cre- a tio ex n ih ilo, bien podemos considerar la metafísica del esse como la metafísica del con tingen tism o cristian o frente al n ecesi­ tarismo griego de la essentia. Estas mis ideas metafísicas, obtenidas en la meditación sose­ gada de la obra de E. Gilson, L ’étre et Vessence, constituyen hoy uno de los núcleos centrales de mi p en s am ien to cristian o . Me siento con ellos en una meseta espiritual, desde la que me parece divisar los hondos problemas de nuestro pensamiento de Occi­ dente en su desarrollo histórico. Ha sido tema de mis cuarenta años de estudio y de docencia. Bien significativo es que mi pri-

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