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608 CEFERINO MARTÍNEZ SANTAMARIA todas las etapas de la vida y la historia de la humanidad con sus problemas, preguntas y esperanzas. Es la cuestión esencial de la fe cristiana y, en este sentido, la fe tiene que ver ineludiblemente con la filosofía, que se pregunta si el hombre puede conocer la verdad y que intenta encaminarle en busca de la misma. Juan Pablo II reafirma la necesidad de meditar sobre la verdad hacien­ do algunas reflexiones sobre el camino que conduce a la verda­ dera sabiduría manifestada en Cristo. Y al mismo tiempo ofrecer a la filosofía un aliciente para que logre recuperar y desarrollar su plena dignidad. Al atardecer del segundo milenio, el hombre que manifiesta más confianza en la filosofía, en el pensamiento humano, es Juan Pablo II, el Papa filósofo. Resulta paradógico que, a medida que se cierra el círculo iniciado por la fe ciega en la Ilustración, sea preci­ samente un Papa quien defienda ante el mundo la dignidad y el valor de la filosofía. Lo que Juan Pablo II intenta en su encíclica es mostrar al hom­ bre de nuestros días el camino que de modo seguro conduce a esa meta: la verdad y la Verdad, y advertirle, al mismo tiempo, que tam­ bién existen rutas erróneas y callejones sin salida. —Hoy se presu­ pone subrepticiamente que, en el fondo, todo vale igual: el relati­ vismo se cuela por la puerta de atrás— . Para conseguir ese objetivo, el Papa pretende establecer, una vez más, las relaciones que deben existir entre las dos fuentes de conocimiento, de que el hombre dis­ pone para satisfacer su deseo innato de verdad y de felicidad defi­ nitivas: sus capacidades naturales de conocer y los contenidos de la revelación divina. Ofrece un clima de encuentro y de amistad en torno a la reflexión filosófica y teológica. A un concepto estático de cultura el Papa ha puesto en la Fides et ratio una comprensión dinámica y comunicativa de la cultura. Juan Pablo II está convencido de que ha empezado una nueva era en las relaciones entre la ciencia y la fe. El rico panorama de la cul­ tura contemporánea en el amanecer del tercer milenio abre nuevas y prometedoras perspectivas en el diálogo entre la ciencia y la fe, así como entre la filosofía y la teología, frente a una situación cultu­ ral, de la que arranca la Fides et ratio, que se ha hecho insostenible y que ha llevado hasta sus últimas consecuencias la separación entre la fe y la razón.

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