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606 CEFERINO MARTÍNEZ SANTAMARTA con el ejercicio de una razón que es más segura y perspicaz por la ayuda que recibe de la fe» (n. 106). 4. A los científicos. Les anima y les pide que se mantengan en el horizonte sapiencial en el que los logros científicos y tecnológi­ cos están acompañados por valores filosóficos y éticos característi­ cos de toda actividad realmente humana. «Finalmente, dirijo también unas palabras a los científicos, que con sus investigaciones nos ofrecen un progresivo conocimiento del universo en su conjunto y de la variedad increíblemente rica de sus elementos, animados e inanimados, con sus complejas estructuras atómicas y moleculares. El camino realizado por ellos ha alcanzado, especialmente en este siglo, metas que siguen asom­ brándonos. Al expresar mi admiración y mi aliento hacia estos valiosos p ioneros de la investigación científica, a los cuales la humanidad debe tanto de su desarrollo actual, siento el deber de exhortarlos a continuar en sus esfuerzos, permaneciendo siempre en el horizonte sapiencial en el cual los logros científicos y tecno­ lógicos están acompañados por los valores filosóficos y éticos, que son una manifestación característica e imprescindible de la perso­ na humana. El científico es muy consciente de que la búsqueda de la verdad, incluso cuando atañe a una realidad limitada del mundo o del hombre, no termina nunca, remite siempre a algo que está por encima del objeto inmediato de los estudios, a los interrogantes que abren el acceso al Misterio» (n. 106). 5. A todos en general. Para que nos dejemos llevar por la fuer­ za de la verdad y la búsqueda del sentido último de la existencia, eludiendo las filosofías engañosas que nos inducen a sentirnos due­ ños absolutos de nosotros mismos y de nuestro destino al margen de la dimensión sapiencial de la vida. «Pido a todos que fijen su atención en el hombre que Cristo salvó en el misterio de su amor, y en su permanente búsqueda de verdad y de sentido. Diversos sistemas filosóficos, engañándolo, lo han convencido de que es dueño absoluto de sí mismo, que puede decidir autónomamente sobre su propio destino y su futuro, con­ fiando sólo en sí mismo y en sus propias fuerzas. La grandeza del hombre jamás consistirá en esto. Sólo la opción de insertarse en la verdad, al amparo de la Sabiduría y en coherencia con ella, será

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