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LA ENCÍCLICA FIDES ET RATIO DE JUAN PABLO II. 605 1. A los teólogos. «La relación íntima —escribe— entre la sabi­ duría teológica y el saber filosófico es una de las riquezas más ori­ ginales de la tradición cristiana en la profundización de la verdad revelada. Por esto, los exhorto a recuperar y subrayar más la dimen­ sión metafísica de la verdad para entrar así en diálogo crítico y exi­ gente tanto con el pensamiento filosófico contemporáneo como con toda la tradición filosófica, ya esté en sintonía o en contraposición con la palabra de Dios» (n. 105). 2. A los responsables d e la fo rm a c ió n sa c erd o ta l en orden a garantizar una buena fo rm a c ió n filo s ó fic a , tanto en el campo de la docencia teológica como en el de la pastoral. «Me dirijo también a quienes tienen la r e sp on s a b ilid a d d e la fo rm a c ió n sa cerd o ta l, tanto académica como pastoral, para que cuiden con particular atención la preparación filosófica de los que habrán de anunciar el Evangelio al hombre de hoy y, sobre todo, de quienes se dedi­ carán al estudio y la enseñanza de la teología» (n. 105). 3. A los filó s o fo s y a los p ro feso res d e filo so fía , para que sean valientes y recuperen sin complejos los valores de la filosofía perenne, acepten la interpelación de la palabra de Dios, razonen en consecuencia y formulen la ética que necesita el hombre con­ temporáneo. La Iglesia seguirá con ilusión, atención y simpatía sus investigaciones respetando su legítima autonomía, que no es otra que la de la recta razón humana apoyada por la fe. «Mi llamada —escribe el Papa— se dirige, además, a los f i l ó ­ sofos y a los p rofesores d e filo so fía , para que tengan la valentía de recuperar, siguiendo una tradición filosófica perennemente válida, las dimensiones de auténtica sabiduría y de verdad, incluso meta­ física, del pensamiento filosófico. Que se dejen interpelar por las exigencias que provienen de la palabra de Dios y estén dispuestos a realizar su razonamiento y argumentación como respuesta a las mismas. Que se orienten siempre hacia la verdad y estén atentos al bien que ella contiene. De este modo podrán formular la ética auténtica que la humanidad necesita con urgencia, particularmente en estos años. La Iglesia sigue con atención y simpatía sus investi­ gaciones; pueden estar seguros, pues, del respeto que ella tiene por la justa autonomía de su ciencia. De modo particular, deseo alentar a los creyentes que trabajan en el campo de la filosofía, a fin de que iluminen los diversos ámbitos de la actividad humana

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