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602 CEFERINO MARTÍNEZ SANTAMARIA la mentalidad inmanentista y las estrecheces de una lógica tecnocrá- tica» (n. 15). Todas estas mentalidades vigentes vienen a ser signos preocu­ pantes o inquietantes de decadencia..., pues cerrados los horizontes metafísicos, la razón humana es relegada al olvido. En los nn. 92-99, Juan Pablo II reflexiona sobre los cometidos actuales de la teología. Muestra que el mejor camino para la teo­ logía es la reflexión filosófica en diálogo con la fe, que le otorga una luz distinta. La razón y la fe no deben situarse en un litigio permanente. Por naturaleza e historia están llamadas a la comple- mentariedad, no a la lucha o la ruptura. Si falta una de ellas el pensamiento queda incompleto. El Papa considera urgente su pre­ sencia en nuestra sociedad. Y para que esto pase del deseo a la realidad, los responsables — los pensadores cristianos— han de aplicarse a trabajar ya. La teología, como «inteligencia de la Revelación», ha debido afrontar en el pasado y debe afrontar en el presente «las exigen­ cias de las diferentes culturas para luego conciliar en ellas el con­ tenido de la fe con una conceptualización coherente» (n. 92). Por lo mismo tiene que renovar las propias metodologías. «Por otra parte, la teología debe mirar hacia la verdad última que recibe con la Revelación, sin darse por satisfecha con las fases interme­ dias» (n. 92). Esta mirada a la verdad última no es exclusiva de la teología, sino que atañe también a la filosofía. «La Verdad, que es Cristo, se impone como autoridad universal que dirige, estimula y hace crecer (cf. Ef 4, 5) tanto la teología como la filosofía» (n. 92). No hay motivo fundado para creer que una verdad absoluta sea principio de intolerancia. «Creer en la posibilidad de conocer una verdad universalmente válida no es, en modo alguno, fuente de intolerancia; al contrario, es una condición necesaria para un diá­ logo sincero y auténtico entre las personas» (n. 92). El cometido de dar unidad al pensamiento teológico es una prioridad actual del quehacer teológico. El objetivo fundamental de la teología «consiste en presentar la inteligencia de la Revelación y el contenido de la fe» (n. 93). Añade más adelante: «En este horizonte, un objetivo primario de la teología es la comprensión de la kénosis de Dios, verdadero gran misterio para la mente humana, a la cual resulta inaceptable que el sufri-

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