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LA ENCÍCLICA FIDES ET RATIO DE JUAN PABLO II. 595 verdad trascienden lo fáctico y lo empírico, y reivindicar la capaci­ dad que el hombre tiene de conocer esta dimensión trascendente y metafísica de manera verdadera y cierta, aunque imperfecta y analó­ gica» (n. 83). Por otra parte, no es cuestión de que la metafísica suplante a la antropología, sino de que ésta quede abierta a aqué­ lla, la cual «permite precisamente dar un fundamento al concepto de dignidad de la persona por su condición espiritual» (n. 83). En este sentido se advierte cómo uno de los grandes retos que tene­ mos planteados al final de este milenio es precisamente el del paso del fenómeno al fundamento. No nos podemos quedar en la mera experiencia. Hay que reflexionar sobre ella y encontrar el funda­ mento último de su apoyatura, como antes hemos visto. «Por lo cual, un pensamiento filosófico que rechazase cualquier apertura metafí­ sica sería radicalmente inadecuado para desempeñar un papel de mediación en la comprensión de la Revelación» (n. 83). «Por lo cual —insiste el Papa— la metafísica es una mediación privilegiada en la búsqueda teológica. Una teología sin horizonte metafísico no conse­ guiría ir más allá del análisis de la experiencia religiosa y no permi­ tiría al intellectus fid e i expresar con coherencia el valor universal y trascendente de la verdad revelada» (n. 83). Pienso que es capital el contenido del n. 83 de la encíclica: somos capaces de conocer la dimensión metafísica; y en la búsque­ da teológica, la metafísica representa una mediación privilegiada; quien rechaza esta apertura, se incapacita radicalmente para una comprensión de la revelación. «Si insisto tanto en el elemento meta- físico —añade el Papa— es porque estoy convencido de que es el camino obligado para superar la situación de crisis que afecta hoy a grandes sectores de la filosofía y para corregir así algunos compor­ tamientos erróneos difundidos en nuestra sociedad» (n. 83). En los nn. 84-85, Juan Pablo II insiste deliberadamente en la tras­ cendencia e importancia de la metafísica para el quehacer de la teo­ logía sistemática. Frente a la moda actual de lo cuantitativo y de las estadísticas insiste Juan Pablo II en la necesidad de la metafísica. «La importancia de la instancia metafísica se hace aún más evidente si se considera el desarrollo que hoy tienen las ciencias hermenéuticas y los diver­ sos análisis del lenguaje» (n. 84). No vale detenerse en los análisis hermenéuticos, en el cómo entendemos y cómo manifestamos la Rea-

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