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LA ENCÍCLICA FIDES ET RATIO DE JUAN PABLO II. 591 Juan Pablo II señala los criterios irrenunciables para que el encuentro pueda ser fructífero. Introduce en este capítulo el concepto de «circularidad». «... la relación que ha de instaurarse entre la teología y la filosofía debe estar marcada por la circularidad. Para la teología el punto de partida y la fuente original debe ser siempre la palabra de Dios revelada en la historia, mientras que el objetivo final no puede ser otro que la inteligencia de ésta, profundizada progresivamente a través de las generaciones. Por otra parte, ya que la palabra de Dios es Verdad (cf. Jn 17, 17), favorecerá su mejor comprensión la búsque­ da humana de la verdad, o sea, el filosofar, desarrollado en el respeto de sus propias leyes» (n. 73). La gran fecundidad de esta vía se pone de manifiesto en el elenco de pensadores occidentales y orientales que han construido sistemas de pensamiento, que siguen siendo actuales en nuestros días. «Esto —escribe el Papa— vale tanto para los Padres de la Igle­ sia, entre los que es preciso citar al menos los nombres de san Gre­ gorio Nacianceno y san Agustín, como para los Doctores medieva­ les, entre los cuales destaca la gran tríada de san Anselmo, san Buenaventura y santo Tomás de Aquino. La fecunda relación entre filosofía y palabra de Dios se manifiesta también en la decidida bús­ queda realizada por pensadores más recientes, entre los cuales deseo mencionar, por lo que se refiere al ámbito occidental, a per­ sonalidades como John Henry Newman, Antonio Rosmini, Jacques Maritain, Etienne Gilson, Edith Stein y, por lo que atañe al oriental, a estudiosos de la categoría de Vladimir S. Soloviov, Pavel A. Flo- renskij, Ptr. J. Caadaev, Vladimir N. Losskij» (n. 74). C a pítu lo VII. Exigencias y cometidos actuales El capítulo 7.° y último viene a ser el auténtico núcleo de la Fides et ratio, en cuanto que en él Juan Pablo II analiza los mode­ los filosóficos que deben ser rechazados. Una de las afirmaciones más oficiales es la indicación de la encíclica según la cual la revela­ ción es el «punto de referencia y de confrontación» entre la razón y la fe, la filosofía y la teología. En algunas épocas la filosofía fue considerada como sierva de la teología. Esta valoración se fundamentaba en el carácter superior,

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