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LA ENCÍCLICA FIDES ET RATIO DE JUAN PABLO II. 585 cir a la nada lo que es (Cor 1, 27-28)» (n. 23). Consiguientemente, la Filosofía nunca podrá demostrar ni convertir en racionalmente evi­ dentes los contenidos de la de fe: «la verdad que la Revelación nos hace conocer no es el fruto maduro o el punto culminante de un pensamiento elaborado por la razón» (n. 15). Ahora bien, la filosofía puede conducir al creyente hasta las puer­ tas del santuario. Algunos grandes pensadores cristianos —san Ansel­ mo, santo Tomas de Aquino y otros— utilizaron expresiones muy feli­ ces para retratar el papel de la razón en relación con el acto de fe. C a pítu lo II. Credo ut intelligam El capítulo 2.° está dedicado a la unidad entre el conocimiento de la razón y el conocimiento de la fe. Éste es el objetivo de este capítulo: la imposibilidad de prescindir del conocimiento ofrecido por Dios, si se quiere conocer plenamente el camino que todo hom­ bre debe recorrer para responder a las preguntas fundamentales sobre la existencia. Se hace en él un amplio repaso de la doctrina bíblica, sobre todo de los libros de la Sabiduría, del Génesis y de varias Cartas de san Pablo. Se insiste en que: «No hay, pues, motivo de competitivi- dad alguna entre la razón y la fe: una está dentro de la otra, y cada una tiene su propio espacio de realización» (n. 17). C a pítu lo III. Intelligo ut credam En el capítulo 3.° Juan Pablo II defiende la tesis de que la razón es capaz de conocer la verdad. Entra en cuestiones precisas. Aporta aquí una definición de hombre como buscador de la verdad. «El hombre —escribe—, por su naturaleza, busca la verdad. Esta bús­ queda no esta destinada sólo a la conquista de verdades parciales, factuales o científicas; no busca sólo el verdadero bien para cada una de sus decisiones. Su búsqueda tiende hacia una verdad ulte­ rior que pueda explicar el sentido de la vida; por eso es una bús­ queda que no puede encontrar respuesta más que en el absoluto. Gracias a la capacidad del pensamiento, el hombre puede encontrar y reconocer esta verdad. En cuanto vital y esencial para su existen-