PS_NyG_2000v047n002p0573_0609

LA ENCÍCLICA FIDES ET RATIO DE JUAN PABLO II. 583 INTRODUCCIÓN Juan Pablo II realiza en la introducción una presentación histó­ rica de la búsqueda de la verdad, desde la frase conócete a ti mismo colocada sobre el frontis del templo de Delfos, hasta las más moder­ nas escuelas filosóficas. La verdad, a cuya contemplación se eleva el ser humano con las alas de la fe y la razón, buscando la respuesta a las preguntas afincadas en el corazón de cada ser humano, que transcienden las diferencias culturales, morales, raciales o religiosas. Interrogantes, cuestiones o preguntas verdaderamente filosóficas: «¿Quién soy?, ¿de d ón d e vengo y a d ón d e voy?, ¿por qu é existe el mal?, ¿qué hay después d e esta vida» (n. 1). «La verdad se presenta inicialmente al hombre como un interrogante: ¿Tiene sen tido la vida?, ¿hacia dón d e se dirige?» (n. 26). Ya desde la introducción, Juan Pablo II defiende la grandeza de la razón y su capacidad reflexiva. «La capacidad especulativa —escri­ be— , que es propia de la inteligencia humana, lleva a elaborar, a tra­ vés de la actividad filosófica, una forma de pensamiento riguroso y a construir así, con la coherencia lógica de las afirmaciones y el carác­ ter orgánico de los contenidos, un saber sistemático» (n . 4). El conformarse con verdades parciales y provisionales, sin ir a lo radical, es la forma de agnosticismo más radical que pueda darse. «Con falsa modestia —dice— , se conforman con verdades parciales y provi­ sionales, sin intentar hacer preguntas radicales sobre el sentido y el fundamento último de la vida humana personal y social...» (n. 5). Ya en dicha introducción se anuncia una de las afirmaciones básicas de la encíclica: «La Iglesia, por su parte, aprecia el esfuerzo de la razón por alcanzar los objetivos que hagan cada vez más digna la existencia personal. Ella ve en la filosofía el camino para conocer verdades fundamentales relativas a la existencia del hombre. Al mismo tiempo, considera a la filosofía como una ayuda indispensa­ ble para profundizar la inteligencia de la fe y comunicar la verdad del Evangelio a cuantos aún no la conocen» (n. 5). La Iglesia defien­ de la grandeza de la razón. Aunque pueda parecer paradójico, sobre todo si nos fijamos en la historia del último siglo, la razón encuen­ tra su ayuda y apoyo más precioso en la fe. Ésta es la aliada fiel que le permite encontrarse a sí misma. La fe, por otra parte, no podría confrontarse por largo tiempo con una razón débil, pues necesita

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz