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572 VICENTE MUÑIZ vital, que hace amar y que el amante se traslada de sí mismo al amado. Además, el amor de Dios es único y simplicísimo, aun cuan­ do sean infinitos los objetos a los cuales se dirige. El amor se excita por sí mismo a la vista de lo bueno y de lo hermoso. El amor de Dios ha nacido espontáneamente de la misma bondad de Dios y, desde el bien, rebosa en todas las cosas que son y acaban siempre volviendo al bien. Vicente M uñ iz Salamanca

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