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COMUNIDAD Y CONSTITUCIÓN EN EL JOVEN HEGEL 541 comienza el fragmento siguiente de CA. Esta contradicción se ha hecho consciente en aquellos individuos que han elaborado la natu­ raleza en sí mismos hasta la idea. Pero éstos no pasan a la acción, sin embargo, sino que se quedan en la añoranza. Por tanto, hay aquí un quiasmo entre el hombre culto, que desea hacer realidad sus ideas —o que «la naturaleza se eleve a la idea» (l. c.), como dice Hegel— y la masa, que quiere cambiar las cosas, pero sin tener con­ ciencia clara de adonde puede orientarse. La transformación de la realidad social se produce cuando ambos grupos se aproximan o convergen en un proyecto común, pero Hegel no parece estar seguro de que esto pueda ocurrir efecti­ vamente. Lo que de hecho hay es que cada uno de estos grupos tiene lo que el otro desea. La gente común necesita tomar concien­ cia de aquello que le aprisiona y obtener lo desconocido que tanto busca, mientras que la minoría necesita pasar de la idea, por tanto, del conocimiento de la situación, a la vida. Ambas necesidades vie­ nen a coincidir, pero no impulsan ningún cambio político, porque uno de los signos de los tiempos es que la minoría culta se ha visto empujada «hacia un mundo interior». Esta manera de ver las cosas coincide con la preocupación que Hegel expresa a Schelling en su carta de 2 de noviembre de 1800, sobre cómo encontrar un camino de vuelta hacia la vida de los hombres 14. Quizá Hegel mismo se vea dentro del grupo de aquellos a quie­ nes la época ha desterrado a un mundo interior. En cualquier caso, las alternativas que se presentan son, fundamentalmente, éstas: o bien mantenerse en ese mundo cerrado, es decir, la solución del escapismo, que para Hegel significa «una muerte permanente», o bien un esfuerzo por cambiar la realidad, «por superar lo negativo del mundo subsistente, para poder encontrarse a sí mismo y gozar en él», en definitiva «para poder vivir» (WK 1, 457). Pero en ambas opciones el sufrimiento es inevitable. La diferencia está en que ese sufrimiento puede ir acompañado de la conciencia de las limitacio­ nes y, por tanto, de una cierta aceptación voluntaria del mismo, o puede ser un sufrimiento sin reflexión, que conlleva, en lugar de la aceptación, una veneración de lo negativo, porque «sólo acepta las 14 Briefe von und an Hegel, 1-3, ed. J. Hoffmeister, Hamburg 1952-54, I, 59-60.

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