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558 MARÍA DEL CARMEN PAREDES MARTÍN del estado fichteano, también se vuelve a los estados de la época que llevaron a la práctica una reglamentación considerada como excesiva. Es de notar la referencia a Prusia y a la Francia postrevo- lucionaria, estados tan diferentes en los que Hegel encuentra un cierto paralelismo, a pesar de sus diferencias externas. Porque el antiguo absolutismo prusiano y el más reciente abso­ lutismo francés convergen, en última instancia, en su manera de practicar una tendencia parecida hacia el centralismo y el control institucional de la vida civil. En esta visión de Francia como otro caso del estado-máquina no puede descartarse alguna influencia de Schiller, aunque dentro de todo el contexto en que se encuentra este pasaje se nota el descontento de Hegel ante la situación deriva­ da de la revolución francesa, que había polarizado el discurso polí­ tico impulsando una falsa opción entre la absoluta tiranía, por una parte, y la absoluta libertad, por otra. A diferencia de la posición que alcanzará Hegel años más tarde, ahora Prusia representa un referente del estado autoritario, donde no hay espacios de libertad para «el genio científico y artístico». Y así, cuando en CA compara «los dos grandes poderes alemanes»», Prusia y Austria, a la luz de los problemas concretos del momento, Hegel opta por Austria, donde encuentra una cierta liberalización política e incluso tolerancia reli­ giosa ( v . WK l , 558-571). 4. EL SISTEMA DE LA REPRESENTACIÓN En líneas generales se ha presentado cómo ve Hegel en 1800, las tendencias que van a predominar en la sociedad moderna, sin que quede definida la forma institucional que adopten las mismas. Lo que parece claro es que para Hegel el desarrollo del estado no depende sólo de un cambio de carácter político, sino que implica además a toda la esfera de las relaciones socio-culturales, en particu­ lar las que se dan entre la econom ía, la política y la religión. Por ejemplo, si en el antiguo régimen alemán existía una unidad inme­ diata y simple entre la esfera pública y la vida privada, esto suponía que no existía un poder público frente al cual pudieran distinguirse los individuos. Esta unidad no reflexionada en lo secular se corres­ pondía con una unidad semejante en lo eclesial. Y es justamente lo

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