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COMUNIDAD Y CONSTITUCIÓN EN EL JOVEN HEGEL 555 Aparte de la importancia capital que tiene para Hegel el núcleo del poder político en la configuración de un estado, otros elementos son también significativos, tales como la cohesión que se produce a través de las costumbres, de la formación o cultura y del lenguaje, así como la identidad de la religión. Hegel dedica a estos temas algunas páginas de su capítulo sobre «El concepto de estado», en las que pone de manifiesto que la uniformidad no es precisamente un requisito indispensable para el estado. Muy al contrario, el estado unitario, en cuanto totalidad que es en sí ante­ rior a las partes, resulta beneficiado de la diferenciación interna de los elementos que lo integran. Esto permite suponer que, para Hegel, la estructura social, la religión, la lengua, las costumbres, etc., si bien están relacionadas social e históricamente con la orga­ nización política, constituyen ámbitos distintos y relativamente separados. Hegel lo ve de esta manera: «En nuestra época puede encontrar­ se una conexión tan débil o incluso nula entre los miembros, desde el punto de vista de las costumbres, de la formación y de la lengua; y la identidad de los mismos, otrora pilar fundamental de la unión de un pueblo, hay que contarla hoy entre las contingencias cuya carac­ terística no impide que una multitud constituya un poder político. Roma o Atenas, o incluso algún pequeño estado moderno, no podrí­ an subsistir si las numerosas lenguas que están en vigor en el imperio ruso se hablaran dentro de sus fronteras; tampoco si entre los ciuda­ danos las costumbres fueran tan distintas como en aquel imperio, o como ya lo son las costumbres y la formación (Bildung) en toda capi­ tal de un gran país. La diversidad de las lenguas y de los dialectos, entre los cuales estos últimos hacen la separación aún más exacerba­ da que la incomprensión total, la diversidad de las costumbres y de la formación en las clases separadas, la cual se da a conocer al hom­ bre casi únicamente por su configuración externa, en resumen, tales elementos, heterogéneos pero también los más poderosos, pueden consolidarse y dominar en el espíritu y en la técnica de la organiza­ ción política de los estados modernos, tal como lo hizo el peso pre­ ponderante del poder en el cénit del Imperio Romano. Consiguiente­ mente, la desigualdad de la formación y de las costumbres llegan a ser tanto un producto necesario como una condición necesaria para que se mantengan los estados modernos» (WK 1, 477s.)

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