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548 MARÍA DEL CARMEN PAREDES MARTÍN para actuar y expresarse en él. Según sus palabras, «la vida es la unión de la unión y de la no-unión»20, por tanto, la unión que encie­ rra tanto la relación entre los individuos y la conservación de sus diferencias, esto es, la unión real que mantiene también algo desu­ nido y que permite una transformación progresiva de la unidad que internamente está dada en un momento determinado, por tanto una unión que puede estructurarse y reestructurarse de diferentes mane­ ras. En el caso del estado, para que la unión se dé, no basta la mera intención, sino que es preciso una resistencia real, llevada a cabo con los medios necesarios. Asimismo, no siendo «el poder y el resul­ tado» aspectos totalmente decisivos, parece que el acento se pone en la voluntad común, como un aspecto central de esta definición. En relación con este papel central de lo común y de la conjun­ ción de intereses, cabe aducir, por ejemplo, que según Hegel «la salud de un estado se manifiesta, por lo general, no tanto en la calma de la paz como en el movimiento de la guerra; aquélla es la situa­ ción del goce y de la actividad en el aislamiento, siendo el gobierno una sabia administración casera que sólo exige de los súbditos lo habitual. En cambio, en la guerra se muestra la fuerza de la cohe­ sión de todos con el estado...» (WK 1, 462), lo cual se había eviden­ ciado en los recientes conflictos de la historia alemana. Lo que faltó en el antiguo imperio alemán no es tanto la fuerza necesaria para salir vencedor de una contienda, cuanto la voluntad para llevar a cabo una acción común, que es el verdadero fundamento invisible de la vida política. Pero es un hecho que esa voluntad común sólo existe efectivamente cuando se concreta en un órgano de defensa de la comunidad. En segundo lugar, es imprescindible que esa resistencia o defensa común se haga realidad en un verdadero poder político, y esto significa que lo que racionalmente puede pensarse como esta­ do no es nunca únicamente una norma moral: «existe, generalmen­ te, una tónica general de convertir en un poder moral el modo de la existencia política de los estados individuales y de implantar su carácter sagrado en los ánimos, de modo que llegue a ser algo tan firme y tan inviolable como las costumbres generales o la religión 20 N348/R401.

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