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530 CIRILO FLÓREZ MIGUEL hombre que es espíritu es la soledad que recoge al alma en su lugar y la eleva hacia su esencia. El hombre es espíritu y soledad. Y es desde la soledad de su espíritu desde donde actúa, o bien como héroe, ejecutando acciones como Don Quijote, o bien como poeta, cantando la misión que tiene encomendada el espíritu, Don Quijote: conquistar el reino de Dios en la tierra. ¿,Cómo interpretar ese reino de Dios en la tierra? ¿De forma inma­ nente o de forma transcendente? Aquí reside la diferencia fundamen­ tal entre Unamuno y Hegel. Al memos siguiendo la interpretación que Kojeve hace de la Fenomenología del espíritu de Hegel. «El Espíritu hegeliano es la totalidad espacio-temporal del mundo natural que implica el Discurso humano que revela a ese mundo y a sí mismo. O bien, lo que es igual, el Espíritu es el Hombre-en-el-Mundo: el hom­ bre mortal que vive en un mundo sin Dios y que habla de todo lo que existe y de todo lo que crea, comprendido él mismo en ello»33. En la lectura que Kojeve hace de Hegel, éste interpreta el espíritu de forma radicalmente atea y humana. No hay un más allá del espíritu, sino que el lugar del espíritu es el mundo del hombre, el aquí y ahora de la historia. Unamuno, en cambio, interpreta el espíritu siguiendo la tradición judeo-cristiana como ‘espíritu transcendente’, como Dios, que es la Conciencia del Universo que al morir recibe nuestro espíri­ tu, que entonces pasa a ser eterno e infinito. En la muerte entrega­ mos nuestro espíritu, y para que esa entrega tenga sentido, es nece­ sario que ese espíritu sea recibido por alguien, como le ocurre al espíritu de Don Quijote con Sancho. «Sancho, que no ha muerto, es el heredero de tu espíritu, buen hidalgo»34. Pero la gran preocupa­ ción de Unamuno es quién acogerá su espíritu cuando llegue la muer­ te. «Tú, Dios de mi sueño, ¿dónde acoges los espíritus de los que atra­ vesamos este sueño de la vida tocados de la locura de vivir por los siglos de los siglos venideros? Nos diste el aura de renombre y fama, como nombre de tu gloria; pasará el mundo; ¿pasaremos con él tam­ bién nosotros, Dios mío?»35. Pero el espíritu, ya sea interpretado inmanente o transcenden­ temente, no se espanta ante la muerte, ante lo negativo. «Pero la 33 A. K o je v e , o . c ., p. 137. 34 OC, III, p. 247. 35 OQ III, pp. 250-251.

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