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DOS FILOSOFÍAS DEL ESPÍRITU: UNAMUNO Y HEGEL 523 sueño y del sueño como una gran burla, Unamuno opone la teoría calderoniana de la vida como sueño, pero sueño creador, cuyo des­ pertar es a la verdadera vida tal como lo interpreta santa Teresa. Unamuno contrapone dos concepciones del sueño: una como burla y otra como creación. Y él opta por la interpretación del sueño como creación. «Si la vida es sueño, ¿por qué hemos de obstinarnos en negar que los sueños sean vida? Y todo cuanto es vida es ver­ dad. Lo que llamaremos realidad, ¿es algo más que una ilusión que nos lleva a obrar y produce obras? El efecto práctico es el único valedero de la verdad de una visión cualquiera»23. Don Quijote encarna admirablemente la concepción unamunia- na del sueño como creación. Él es un ente de ficción, un sueño sali­ do de la pluma de Cervantes, nacido del espíritu. Pero es un sueño verdadero que obra efectos admirables en sus creyentes, como en Sancho, por ejemplo. Cuando Don Quijote muere, nace a la vida ver­ dadera y engendra vida espiritual en Sancho, continuador de la fe de Don Quijote engendradora de obras. La teoría unamuniana del sueño como creación se realiza en su concepción del arte y la poe­ sía como engendradores de visones e ilusiones verdaderas. Unamu­ no contrapone las visones quijotescas que son verdaderas a los embustes sanchopancescos que son mentiras. La fe engendra visio­ nes y crea la verdad; el miedo engendra embustes y crea mentiras. Las dos pasiones fundamentales de la filosofía del espíritu de Una­ muno son la fe, como pasión positiva y el miedo, como pasión nega­ tiva. El sanchopositivismo de todos los burladores tiene su asiento en el miedo y, en definitiva, en el miedo a la libertad. La Ilustración no ha pasado por ellos. Don Quijote, en cambio, encarna la fe en la libertad como la gran fuerza creadora del individuo humano. La diferencia fundamental entre los hombres con fe productora de visiones y los hombres con miedo productores de embustes reside en el temor a descender a la sima de la propia interioridad, en la que se descubre la angustia del anonadamiento, que es la fuente del ver­ dadero conocimiento. «Cuanto más entoñado me encuentro en el trá­ fago de los cuidados y menesteres de la vida, estando distraído en fiesta o en agradable charla, de repente parece como si la muerte ale- 23 OQ III, p. 172.

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