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500 BERNARDINO DE ARMELLADA verdugos, no quiere ver la aversión u odio a lo sagrado, y en las víctimas supone la simple oposición a un orden legítimo. Lo verda­ deramente chocante es que haya cristianos quienes, criticando el libro de Cárcel Ortí con pretensiones de objetividad, le opongan razones que el mismo libro deshace con una documentación irreba­ tible. A modo de ejemplo valga la recensión hecha a dicha obra por H. Raguer en la revista de H istoria E clesiástica d e L ovain a 8. Es curioso que con ese mismo nombre, y suponemos que por el mismo autor, se había escrito un artículo que el libro de Cárcel Ortí cita para ilustrar la polémica desencadenada a raíz de las primeras beati­ ficaciones en 1987: una polémica que Cárcel Ortí califica de «infun­ dada y farisaica» por parte de quienes ponen en tela de juicio la oportunidad de la decisión de la Iglesia. Por ello es presumible que dicho crítico, al verse negativamente citado 9, se apresurara a tomar el desquite. Reconociendo que las noticias biográficas de la obra de Cárcel Ortí «sont d’excellente qualité», piensa, sin embargo, que «l’ouvrage pose un probleme de fond». Y el primer problema de fondo es que C. O. consideraría un totum con tinuum la persecución de 1934 con la desencadenada a partir de la guerra civil. Precisamente eso es lo que aparece demos­ trado como continuidad del anticristianismo en el sector social que causó los martirios, hubiera o no un período de gobierno de la dere­ cha. Respecto a la noción teológica y canónica de «mártir», quiere H. R. urgir la condición de in odium fid e i o in odium Christi, como si la fe y Cristo se pudieran separar del hombre concreto. Que haya que buscar razones históricas o psicológicas para el hecho de un ambiente social, no es razón para invalidar el juicio sobre los hechos concretos. Habría que suspender la conclusión de todas las causas humanas y negar la responsabilidad inmediata de las personas en cualquier suceso. H. R. se esfuerza por recoger datos y opiniones generales que le ayuden a mantener sus dudas. Pero se trata de valo­ raciones que, discutibles o no, nos parece que quedan fuera de lugar. Para colofón de su discurso, H. R. cita en español una proposición de la nerviosa y singular asamblea de obispos y sacerdotes de 1971, cuan­ do la audacia ingenua de los nuevos tiempos se creyó con derecho a 8 Revue d ’Histoire Ecclésiastique 92 (1997) 261-265. 9 V. C árcel O rtí , o . c ., p. 31, n. 28.

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