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498 BERNARDINO DE ARMELLADA Es probable que Gherardini no contara con la decisión de Juan Pablo II, quien, sin duda asesorado por la misma Congregación de las Causas de los Santos, el 10 de octubre del mismo año 1982 canonizaría como «mártir» de la fe al hasta entonces beato Maximi­ liano Kolbe. Con ello quedaba eliminada la distinción un tanto sofisticada de motivos directos o indirectos de la real persecución de la fe cristiana. Otro aspecto que amplía el concepto tradicional de muerte vio­ lenta parece se da en el caso de la beatificación en Varsovia (13 de junio de 1999) de 108 mártires de la persecución nazi, entre ellos cinco capuchinos y la monja clarisa capuchina Sierva de Dios, Sor Teresa Mieczyslawa Kowalska. Es la muerte de esta religiosa la que ofrece, si se quiere, una nueva visión de la «muerte violenta infligi­ da y aceptada a causa de la fe». El 2 de abril de 1941 los alemanes irrumpieron en su monas­ terio de Przasnysz (Polonia) y arrestaron a todas las religiosas, lle­ vándolas al campo de concentración de Dzialdawo. Entre ellas iba Sor Teresa, enferma ya de tuberculosis. Todas las 36 hermanas fue­ ron encerradas en un único local y sometidas a condiciones de vida humanamente afrentosas e indignas. Después de un mes transcurrido en aquellas condiciones de vida, hasta las hermanas con más salud comenzaron a enfermar. La que más se resintió fue Sor Teresa, que no era ya capaz de mantenerse en pie. Aquejada de hemorragias pulmonares, le faltó toda clase de socorro médico e incluso el agua para aplacar la sed y para las exigencias funda­ mentales de la higiene. Pero todos los sufrimientos los soportó con gran valor y, mientras le fue posible, acompañó a las hermanas en los rezos, además de su oración personal. En medio de tan duras pruebas, consciente de que su muerte estaba cercana, decía: Yo no sa ld ré y a d e aqu í, o fr ez c o mi vida p o r q u e las h erm an a s p u e ­ d an r eto rn a r a l convento. De cuando en cuando preguntaba a la abadesa: Madre, ¿falta m u ch o to d av ía? Moriré pron to? Se extin­ guió en la noche del 25 de julio de 1941. Su cuerpo fue llevado de allí sin que se sepa qué fue de él. Dos semanas después de la muerte de Sor Teresa, el 7 de agosto de 1941, las demás monjas fueron dejadas libres. Víctima au tén tica d e u n a au tén tica p e r s e ­ cu ción religiosa, Sor Teresa es considerada verdadera «mártir» de la Iglesia católica, cualquiera que fuera, en la mente de los res-

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