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MÁRTIRES Y MARTIRIO 509 aron el convento e invitaron a los religiosos a desalojarlo. Tuvieron que pedir hospedaje en casas amigas por los pueblos vecinos, pero siempre controlados por el Frente Popular, que se arrogó el derecho de permitir o no cualquier movimiento fuera de las casas. Uno de los religiosos era el P. M iguel d e G rajal (Aproniano de Felipe González, 1898-1936). Como director de los religiosos estudiantes, se preocupó de ayudarles a través de las personas que podían moverse más que él, pues sólo podía aprovechar dentro del pueblo de Cicero la salida dia­ ria para presentarse en las oficinas del Frente Popular. El 14 de diciem­ bre obtuvo permiso para trasladarse a una casa solitaria de Escalante, junto con Fr. Diego de Guadilla. Allí creyeron estar más seguros. El P. Miguel gozaba entonces de bastante libertad de acción y hasta tuvo ocasión de trasladarse a Bilbao, donde su vida no correría tanto peli­ gro. Pero dijo a quienes se lo aconsejaron: «No puedo huir; no puedo dejar abandonados a los religiosos jóvenes y, como buen pastor, tengo que correr la suerte de mis ovejas». Y en otra ocasión apuntó: «El Señor necesita una víctima, y ésa voy a ser yo». Tal ofrecimiento generoso lo hicieron efectivo un grupo de milicianos que, en la noche del 29 de diciembre, lo sacaron de la casa donde se hallaba rezando el rosario y lo fusilaron en el kilómetro 7 de la carretera de Gama a Santoña. No fue sólo el P. Miguel. Con él se llevaron al hermano Fray D iego d e Guadilla (Jacinto Gutiérrez Terciado, 1909-1936). Tenía este religioso una especial devoción a Santa Teresita del Niño Jesús, a la que hacía frecuentes novenas. Y a quien le preguntó qué pedía en ellas, respon­ dió con simplicidad: «Le pido la gracia del martirio». Quiso acompañar al P. Miguel en su desplazamiento a la casa solitaria de Escalante y con él fue asesinado. Los restos de ambos yacen en la iglesia de los Capuchinos de Montehano. Sobre el mármol que cubre su tumba están grabadas estas palabras latinas del Apocalipsis 14 y que se refieren a dos misteriosos testigos: hi sunt duae olivae et duo candelabra in cons - PECTU DOMINI. «Testigos de Jesucristo»15 los llamó el P. Crisostomo de Busta- mante, que, como Vice-Postulador de la Causa de los mismos, tra­ bajó incansable y eficazmente por llevar a cabo los procesos dioce­ sanos. Merece que se le recuerde con agradecimiento. He aquí sus 14 Ap 11, 4. 15 C risòstomo de B ustamante , Veintidós testigos de Jesucristo. Mártires Capu­ chinos de Castilla, Madrid I960.

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