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504 BERNARDINO DE ARMELLADA todo». El 27 de noviembre es llevado al campo de Paracuellos del Jarama y asesinado por la espalda con otros 89 compañeros de pri­ sión. En la Dirección de Seguridad su nombre figuraba en las listas de los puestos en libertad. «La única verdadera y eterna», acota el P. Buenaventura de Carrocera 13. El Hermano Fray Aurelio d e Ocejo (Facundo Escanciano Tejerina, 1981-1936) tuvo que vagar por las calles de Madrid en su deseo de buscar un refugio sin comprometer a sus bienhechores. A pesar de su vestido de seglar no podía escon­ der su talante de religioso. De hecho el «hombre bueno e infeliz», al decir de una señora cuando le preguntaron por él los milicianos, apareció muerto el 17 de agosto en la carretera de Andalucía. Era religioso y, según sus esbirros, no tenía derecho a vivir. Lo mismo que el joven capuchino F ray Saturn ino d e B ilb ao (Emilio Serrano Lizarralde, 1910-1936), especialmente devoto de la Virgen. Ante los aires de persecución que corrían en el ambiente social español, escri­ bía en los primeros meses de 1936: «Antes mil veces morir que deser­ tar cobardes de la bandera de nuestro Capitán Jesús». El 24 de agosto de 1936, después de verse señalado en el registro que varios milicia­ nos hicieron en la casa donde se hallaba recogido, presintió que no le olvidarían. Al día siguiente se compuso con más esmero que de ordinario y dijo a la familia que le hospedaba: «Ya estoy preparado para el martirio». Efectivamente, le detuvieron y llevaron ante un tri­ bunal, donde confesó valientemente que era religioso capuchino, su gran delito. En la mañana del 26 de agosto se le encontró cadáver en unos solares de la entonces llamada vulgarmente calle «L». Otros seis capuchinos de la Comunidad de El Pardo fueron escogidos por la Providencia, a través de la permisión del odio anti­ rreligioso, para sellar gloriosamente su vida con la sangre derrama­ da confesando a Cristo. El P. A lejan d ro d e Sobrad illo (Francisco Barahona Martín, 1902-1936) era el Superior del convento cuando fue asaltado el 21 de julio de 1936. Detenido con los demás religio­ sos y con ellos encerrado en los sótanos de los cuarteles de El Pardo, se preparó y animó a los demás para aceptar con valentía el martirio, que presentían inmediato. Una intervención de la Direc­ ción de Seguridad de Madrid los transporta a la capital y los deja en 13 Buenaventura de C arrocera , Mártires Capuchinos de la Provincia de Casti­ lla en la revolución de 1936, Madrid 1944, p. 81.

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