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MÁRTIRES Y MARTIRIO EN MEMORIA DE VEINTIDÓS HERMANOS CAPUCHINOS El final de un siglo —también de un milenio— invita, como suele hacerse en la «conclusión» de un libro, a volver la vista hacia atrás para destacar lo que es más digno de fijarse en el recuerdo, a fin de que ilumine, como prevención o como impulso, las actitudes o acciones del futuro. Y, como es inevitable, aunque la mirada retrospectiva intente abarcar el milenio, siempre chocará con el primer plano del siglo que termina. Del nuestro ahora tenemos que decir que ha sufrido un proceso profundamente dramático en sus luces y en sus som­ bras, si no queremos reducirlo a la doble tragedia mundial de la «guerra caliente» en su primera mitad, y a la «guerra fría», que lo man­ tuvo en equilibrio temeroso hasta los últimos años. Otros mil puntos negativos se repitieron, e incluso parecieron acrecentarse en los últimos días como una llamada al pesimismo. Pero, sin dejar de lamentar las heridas de la justicia y de la paz, que continúan sangrantes, el fin de la época secular y milenaria impone obligaciones especiales al recuerdo. Pues sería injusta una retrovisión que quisiera hacer de la historia simplemente «el registro de los delitos, de las locuras y de las desgracias de la humanidad», como a veces se ha querido definirla. Quien crea en la Providencia, no puede ser pesimista. Y vemos, de hecho, cómo las desgracias y los crímenes han tenido siempre la contrapartida de los heroísmos, de los que hicieron de la muerte un triunfo. Mientras la ciencia histórica sigue escarbando en la tierra y hur­ gando en los archivos para que su aporte al futuro sea algo más profundamente humano y universal que tos acontecimientos provo­ cados por los soberanos o los militares, es deber de los que vivimos el presente no enterrar en el olvido las lecciones de grandeza espi­ ritual, o tal vez de miseria, que aún perduran en nuestra memoria. En este marco de compromiso histórico se han de colocar las pala­ bras de Juan Pablo II en su carta apostólica Tertio millennio adve­ niente, referidas al heroísmo de los muertos por la fe cristiana. «La Iglesia del primer milenio nació de la sangre de los mártires... Al

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