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468 MANUEL GONZÁLEZ GARCÍA podríamos hablar de «una» historia, sumiéndonos en la ignorancia y en el azar de lo que vivimos temporalmente27. Lo histórico, la historia, «es una forma de conocimiento en que lo humano, inaccesible, se manifiesta más adecuadamente, y que más que conocimiento objetivo es expresión... el conocimiento que el hom­ bre alcanza a tener de su propia realidad: una especie de revelación que padece al mismo tiempo que realiza » 28. El quehacer histórico, «la acción más humana del hombre»29, es algo que tenemos que realizar los hombres, lo queramos o no, por­ que somos un ser que ha de hacerse, porque el hombre «será alguien obligado a ser libre y a hacer, a hacerse con la esperanza, que por momentos se exaspera, de ser al fin enteramente. Ser ente­ ramente, ser del todo, que sería ser simplemente criatura»30. Puestos a concretar más la noción de historia, tenemos que resaltar la importancia de los dos verbos empleados anteriormente: «padecer», «realizar». Porque «el pasar de la historia no ha pasado del todo, puesto que sólo dentro de esto que ya ha pasado, lo que veo pasar y aun lo que a mí me pasa, cobra sentido»31. Este modo particular de ser de la historia es calificado como una pasión que está siempre pasando «sin acabar de pasar»32. La finalidad de la historia, el argumento que ha de ser descifrado, es que brote la libertad, «transformar el acontecimiento en libertad»33. Este acontecim iento tiene aires de tragedia porque en la his­ toria no somos seres solitarios, sino que nos encontramos en un 27 HD 246-247. Hablando del tiempo sucesivo dice gráficamente: «El tiempo real no es el que se hunde en la arena de los relojes, ni el que palidece en la memo­ ria» (HD 248). 28 HD 246. 29 HD 247. 30 HD 317. Cf. También HD 315 y 365. 31 HD 247. Para M. Zambrano el concepto de experiencia que se ha aplicado a la historia no resulta muy eficaz porque no hay situaciones idénticas, por «el hecho de la diversidad infinita de las situaciones que, lejos de repetirse o de asemejarse permitiendo ser reconocidas, se esconden bajo nuevas máscaras» (p. 248). 32 HD 247. 33 HD 248. Cf. HD 22-24, 225. Cf. M. Z ambrano , Persona y democracia, Barce­ lona 1988, 61.

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